Trump en Corea del Norte

La invitación llegó repentinamente por Twitter, al finalizar la cumbre del G20 en Japón: “Luego de importantes reuniones, voy a Corea del Sur con el presidente Moon… Si el presidente Kim de Corea del Norte ve esto, me reuniría con él en la Zona Desmilitarizada, solo para darle la mano y decir ¡Hola!”, tuiteó Trump.

Al siguiente día no solo que le saludó, sino que pisó suelo de Corea del Norte, siendo el primer presidente estadounidense en hacerlo. La cobertura mediática fue copiosa.

Luego de la cruenta guerra de Corea (1950-1953), EE.UU. y Corea del Norte han sido enemigos. Paradójicamente, mientras caía el Muro de Berlín, Corea del Norte perfeccionó su armamento nuclear, por lo cual la Guerra Fría continúa hasta el presente en la península coreana. Los niños en ese país son adoctrinados desde la infancia en que EE.UU. es el enemigo. Por ello, pese a lo propagandístico del evento, es un hito en la historia.

Era aún más increíble luego de la extraña cumbre de febrero en Vietnam. Desde entonces, sostengo que existe un guion que siguen los mandatarios. Un encuentro de esta magnitud no se hace con un tuit. Una semana antes, Trump envió una carta a Kim, quien la catalogó de “excelente”. La correspondencia entre ellos ha sido constante, según la Casa Blanca. Es evidente que Trump quiere capitalizar esto para su campaña a la reelección y que Kim necesita una inyección económica urgente, por la pobreza en que vive la mayoría en su país.

Vivimos un cambio de paradigmas: se vislumbra en corto plazo un acuerdo, aunque fuera imperfecto, de pacificación. Hay un actor central que ha pasado desapercibido: el presidente Moon de Corea del Sur. Pese a su bajo perfil es, seguramente, quien más mérito tiene en la reapertura de diálogos y posteriores sucesos. Estos esfuerzos pronto tendrán frutos.

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