Trapitos

La última de las acciones donde se observó el contundente efecto de lo que los revolucionarios denominan disciplina partidista, ocurrió cuando unito del ciento de asambleístas verdes tuvo la osadía de disentir en la votación de las mal llamadas enmiendas constitucionales, no se opuso, solamente se abstuvo y eso fue bastante para que le obliguen a abandonar el movimiento.


Parecería que la conciencia de este legislador le indicó que el eliminar funciones y competencias a la Contraloría General del Estado resta credibilidad a la administración pública, sumado esto a la declinación de la Asamblea en el cumplimiento de su función fiscalizadora y la persecución a los medios de comunicación que no pertenecen al gobierno.


Así mismo, un grupo de amiguitos que utilizaron el “ya tenemos presidente”, para “avanzar” a llegar al legislativo, hábilmente se separaron de sus panas cuando se dio el pisoteo al Instituto de la Seguridad Social, negando una deuda constituida por el 40% del aporte que por ley tenía que hacer el Estado al fondo de pensiones.


Otro de los “elegidos” también fue expulsado de las filas oficialistas porque no ha sabido que debía acatar las decisiones de la directiva y pretendió calificar un veto como inconstitucional, “solo por no ser debatido con los habitantes de Galápagos”.


Hasta hubo una señora que no dijo una sola palabra en años, ante los continuos atropellos sabatinos contra la dignidad de los ecuatorianos por el pecado de pensar distinto, como pensó ella cuando llegó el tema de la despenalización del aborto por violación.


Ante esto, en una descarada participación televisiva, uno de los vasallos del séquito parlamentario, con la mayor naturalidad dice que aquellos que no estén de acuerdo con las disposiciones de la tienda, simplemente “cojan sus trapitos y se vayan”.
¡Viva la democracia!