Terrorismo en la ciudad luz

El 13 de noviembre de 2015 quedará grabado como una pesadilla imborrable en la memoria colectiva mundial, a causa del aquelarre sangriento perpetrado en París, en el que 132 inocentes y más de 300 heridos, fueron víctimas de la estupidez sin límite, del tenebroso grupo terrorista Estado Islámico.

Las abominables matanzas, han generado en todo el planeta, salvo raras e indolentes excepciones, sentimientos de indignación, impotencia y tristeza, surgidos de lo más profundo de esta humanidad, obligada nuevamente a vivir otra experiencia terrorífica, que bien podría formar parte del infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Lo sucedido es un claro ejemplo de la degeneración humana y de la extrema intolerancia, a la que llegan esas arcaicas y obscuras sectas pseudoreligiosas, que todavía creen que el suicidio y la matanza colectiva de seres humanos que piensan distinto, los convierten en héroes y les abre las puertas del paraíso.

El asunto resulta más lamentable aún, cuando existen voces que tratan de encontrar justificaciones a tan espeluznantes hechos, argumentando impávidamente que son respuestas entendibles a las acciones guerreristas e injustificadas de las naciones de occidente.

Tales afirmaciones constituyen una enorme injusticia, ya que los excesos de occidente, jamás pueden ser pagados por turistas, estudiantes, niños y ancianos, cuyo error fue confiar en el mundo. Aquello no significa desconocer el duro sufrimiento de personas vulnerables en medio oriente, con quienes también debemos solidarizamos, ya que son las principales víctimas de la barbaridad impuesta por el Estado Islámico, los Talibanes, y Al Qaeda.

La irracionalidad apagó las luces de la ciudad luz -que es París- cuna de la Ilustración, del Enciclopedismo y la Revolución Francesa. Estoy seguro que el mundo las volverá a encender, para que lo siga alumbrando, con más brillo y claridad. (O)