Somos luciérnagas

Conforme pasan los años se experimenta vivencias de oscuridad que asustan más que la habitación con noche de tormenta a un niño. Son escasas oscuridades no literales que llegan en diferentes momentos de la vida, para unos más que otros, pero a todos nos llegan. Tan sombría es la decepción de un amor, tan lúgubre la enfermedad cuando llega, más negra es la muerte de seres queridos, y ante esa oscuridad no basta la luz del día para iluminar y dar consuelo.

Este tiempo como en otros, hay separaciones de parejas, enfermamos, fallecen nuestros seres queridos, pasa a unos por separado y otros hasta combinado, y en medio de todo el ritmo de vida es diferente. Así como se apagan las ilusiones, se pierde la fuerza y se apaga la vida de tantos padres o madres en nuestra ciudad, que tristeza por las familias separadas cuando más se necesita estabilidad, y están también las personas quienes hasta han descubierto enfermedades terminales en ellas o algún ser querido.

Y ahí vamos, como luciérnagas en la oscuridad de alguien, con esa magia implícita intermitente y sorpresiva, rescatando, dando aliento. Brillamos como seres de luz para alguien, somos apoyo, somos consuelo, podemos ser magia que iluminan el sentir y vivir.

Ahí vamos, presenciando la luz de quienes tienen la gracia de una palabra amable en el momento oportuno, la prudencia o la gentileza en un gesto, un consejo de salud o un intento de abrazo que no puede darse, pero se transmite en palabras o en el mirar. Lo único seguro es que todos pasamos por momentos de oscuridad, mientras que quizás todos estamos destinados a ser intermitentes luciérnagas para pocos o para muchos en este mundo. Somos seres de luz.

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