Seductoras distorsiones

Daniel Marquez Soares

Lo novedoso siempre nos seduce. Aquello que rompe con la aburrida norma atrae nuestra atención de forma desproporcionada. No nos interesa saber que millones de personas tuvieron un día tranquilo o que miles de aviones llegaron sin percance a su destino; se trata de algo soso, predecible. Queremos escuchar sobre aquella persona que tuvo un final inesperado y escalofriante, o sobre el vuelo que terminó en un brutal accidente. No importa que sean uno entre miles.

El miedo también nos resulta irresistible. Se trata de la emoción más fuerte de todas. Cuando aparece, cualquier otra emoción o capacidad pasa a un segundo plano, sobre todo del raciocinio y la sensatez. El miedo nos dota de una adictiva certeza y una urgencia irresistible, capaces de propiciar decisiones absurdas o comportamientos aberrantes.

Lo que es nuevo y asustador a la vez suele ser un éxito de taquilla garantizado. Más aun si confirma nuestros prejuicios y encaja a la perfección con la visión del mundo que hemos construido. Eso explica la inusitada atención que están recibiendo últimamente los asesinatos y violaciones.

Nos encanta imaginar que vivimos en un presente decadente, repleto de peligros. Es una acogedora cobija de miedo que nos saca del aburrimiento. No importa que las estadísticas demuestren, de forma contundente, que estamos viviendo la época más próspera y segura de nuestra historia.

Queremos habitar en una jungla urbana peligrosísima, repleta de extranjeros peligrosos, verdugos crueles del patriarcado, bandas de robaniños y otras criaturas imaginarias. Anhelamos un pasado seguro e inexistente, en que un presidente vencía al terrorismo y mataba a los delincuentes. No importa que el terrorismo nunca haya existido y que en esa época hubiera crímenes mucho peores (Camargo Barbosa incluido).

Las crónicas detalladas de violaciones antes estaban reservadas a la prensa de baja estofa, pero ahora el público parece quererlas en primera plana. Está bien, pero no hay que olvidar que se trata de relatos insólitos, de entretenimiento retorcido. No es material de interés público y, bajo ningún concepto, un retrato representativo de la realidad.

[email protected]