La soledad y el dolor de la Virgen María nos invita también hoy a la Esperanza. Jesús nos ha entregado a su Madre en la Cruz y hoy la acogemos como nuestra y la acompañamos en su soledad con nuestra oración esperanzada.
Las lágrimas de la Virgen también están hoy presentes en tanto dolor del mundo y ruegan a Dios que sea redimido. Como rezamos en la Salve, le decimos: «Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos».
Junto a la Virgen, esperamos hoy la Resurrección de Jesús. A medida que pasan las horas se acerca el acontecimiento más importante de nuestra fe. Jesús ha vencido a la muerte con su Resurrección y también nos ha salvado a nosotros de la muerte eterna.
Que la Virgen de la Esperanza nos ayude a descubrir cada día que la muerte no termina ahí, sino que en Jesús siempre nos abrimos a la Resurrección.