Reformar carta de la ONU

El terrorismo ha agudizado sus operativos destructivos y ha alarmado a la población universal llevando a cabo episodios espeluznantes, en Francia y Malí, que han hecho pensar a muchos que se trata del inicio de la tercera guerra mundial. La situación es preocupante, por decir lo menos, pero es bueno que entre las soluciones se establezca la causa que dio inicio al comportamiento cavernario.


Se debe empezar por señalar los acontecimientos que prosiguieron a la culminación de la “guerra fría”, en los años 90 cuando los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) decidieron desaparecer a Yugoslavia y transformarla en pequeños estados de diversas tendencias políticas y religiosas, en cada uno de los cuales establecieron criterios contrarios. Luego vino la agresión a Irak, país al que destruyeron sin rubor, asesinaron a su Presidente y se adueñaron de lo que les vino en gana. De forma similar invadieron Afganistán e impusieron el imperio del terror.


Un poco más tarde invitaron a Gadafi, líder de Libia, a París, al que recibieron con honores para meses después asesinarlo por intermedio de las bandas armadas por ellos mismos. El proceso contra Siria, para derrocar a su presidente Al Assad prosigue luego de cinco años y esta autoridad se mantiene solo por el respaldo que ese país recibe de Rusia. En buen romance, las tres potencias de occidente, que tienen representación en el Consejo de Seguridad de la ONU, son responsables de las guerras prohibidas que se ejecutan al momento y que han conseguido opositores en el campo de la religión islámica.


¿Cómo va a salir el mundo de este atolladero? Difícil responder a este interrogante. Sin embargo, nadie posee tanta autoridad moral como el papa Francisco y es a él al que debe encargársele encabezar un movimiento que intervenga en búsqueda de la paz universal.

Mas, esa paz no debe limitarse solo a superar el problema momentáneo del terrorismo islámico y de las grandes potencias de occidente, sino que debe promoverse una reforma sustancial que quite a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el derecho de vetar las resoluciones de aquel organismo y establecer un poder colectivo que solo lo posea la Asamblea General de la ONU, para resolver los conflictos y sancionar a quienes los provoquen.


Aquellos que sembraron vientos deben cosechar tempestades, pero al momento éstas azotan a todo el planeta, no solo a los provocadores y eso no es justo ni moral.