¿Quién se robó el látigo?

Rocío Silva

Desde el Ineval se pretendía que el examen Ser Bachiller sea el instrumento de medición académica, que evalúe el desarrollo de las aptitudes y destrezas que los estudiantes deben alcanzar al culminar la educación intermedia; y, que son necesarias para el desenvolvimiento exitoso como ciudadanos y para poder acceder a estudios de educación superior.

La aplicación de esta prueba sería muy decisoria, pues con la misma se definiría un porcentaje de la nota de grado de los estudiantes de tercero de Bachillerato en el régimen Costa, para el primer semestre 2020, además, el puntaje de postulación a la educación superior. El examen Ser Bachiller corresponde al 60% de la nota para acceder a un cupo a la educación superior. El porcentaje restante lo adjudica el récord académico, esta definición del porcentaje, es en realidad el origen, para que todo lo que estaba programado con un resultado de objetividad indiscutible, provoque filtraciones de los exámenes y muchos estudiantes con records académicos deficientes, obtengan las mejores calificaciones en tiempos mínimos.

No es necesario ser un experto en Psicología Social, para prever que una sociedad como la nuestra, sin un modelo pedagógico definido, donde la población estudiantil del bachillerato, está supeditada a un sistema educativo lleno de remiendos, improvisaciones y experimentos, esté envuelta, sin objeción alguna, en la incertidumbre sobre su futuro profesional; circunstancias que hacen que esa juventud sea proclive a acudir a la vía rápida de la trampa para aprobar una prueba que decide su vida y la de su familia.

La Ministra de Educación, no pone en duda la instauración de este proceso de evaluación educativa, mucho menos, su propósito; sus declaraciones oficiales apuntan a una mayor investigación de seguimiento de las cadenas de custodia, de las personas implicadas y de casos identificados en las aplicaciones, que han sido direccionados a la Fiscalía; es decir el Ministerio de Educación, actúa solo como el comisario de comarca, que no es capaz de hacerse una introspección, sino buscar inmisericordemente a quien se ha robado el látigo con el que castiga a los débiles.