Que te vas… y te vas

… y no te has ido, estribillo de una famosa canción mejicana que viene a cuento a propósito de la última amenaza de renuncia presentada por el Presidente ante la barra de la sabatina número 476. Actitud rayana en lo grotesco, fastidiosamente recurrente; desnuda de cuerpo entero el grado de fatua vanidad que ha invadido al personaje que gobierna circunstancialmente el Ecuador. Se cuentan alrededor de quince las veces que ha proferido la frase ¡renuncio, renuncio, renuncio, renuncio! semejante a pataleta infantil cuando los padres responsables resisten los caprichos impositivos del niño en formación.


Chantaje barato contenido en palabras insulsas provenientes de uno de los hombres más adicto al poder que la historia recuerda; está patológicamente convencido que nada puede suceder sin su omnímoda voluntad. Quienes contradigan, se opongan o resistan, sean cuales fueren sus razones y derechos ciudadanos democráticos, serán irremisiblemente aplastados porque ha ganado elecciones y tiene bajo su férreo puño, cual titiritero, los hilos de todos los poderes: Asamblea Nacional, Corte Nacional de Justicia, Consejo Electoral, Corte Constitucional, Cámaras de la Producción, Central de Trabajadores oficialistas, la banca, las universidades y un largo etcétera. ¡Cuidado! no estamos hablando de Francisco Franco, Anastasio Somoza, Alfredo Estrossner, Napoleón Bonaparte, Hitler o del Rey de Arabia Saudita.


El caso de la prestigiosa Universidad Andina Simón Bolívar es el escenario donde el pueblo ecuatoriano está viendo estupefacto -una vez más- las miserias del “liderazgo fuerte”. Arremetió cual toro de lidia contra una de las instituciones académicas de pensamiento crítico-propositivo más sólidas del Ecuador, intentando controlarla como cosa propia que ha cometido el pecado de no constar en su inventario de posesiones. Los ciudadanos del país hemos sido testigos del diáfano y democrático proceso electoral que escogió por abrumadora mayoría al nuevo rector de la Universidad Andina, en la persona de César Montaño, quien venció al candidato oficial Raúl Vallejo.


¡Ardió Troya! el caudillo desconoció los resultados, sin más ni más soltó un sartal de bravatas absurdas e inconsistentes para anular la decisión de un colectivo social comprometido con la ciencia, la cultura y el pensamiento libre. La disyuntiva planteada, Universidad Andina o el tesoro de la RC, ha dicho con iracundo engreimiento en tono de amenaza. Día a día crece por miles el número de ciudadanos de a pie que responde a este deslucido chantaje con otro estribillo popular ¡Déjalo que se vaya… y no lo llames!


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