Jaime López
Profundamente adolorido por haber recibido esa ofensa, en un marco de algarabía barata como ya es costumbre, cometida por un centenar de levantamanos sumisos y obedientes a lo que ordena su jefe, el ciudadano ambateño busca hallar un refugio interior para que sus labores de vida no se afecten, intenta superar la honesta indignación y furia que provoca escuchar el mismo discurso de aquellos incansables en repetir lo mismo y lo mismo, para votar en el pleno, inmersos en su esquema que los encierra en la cárcel de sentirse representantes del pueblo y su mayoría, para eliminar la facultad que tenían que respetar, de ese pueblo: la consulta popular para resolver si las enmiendas constitucionales eran o no correctas.
Y el ciudadano camina por las calles aledañas al caos de la ciudad, buscando el refugio para albergar su sentir y encuentra que uno de los hermosos parques ambateños de su barrio tradicional, Los Pinos-Ficoa, ha sido rescatado y restaurado de las garras de los desadaptados que durante algunos años destruyeron lo que este parque fue para la ciudad. Afortunadamente los recuerdos están allí. El recuerdo de uno de sus planificadores Luis Amoroso, si, el mismo, el señor Alcalde, que en la década del setenta entonces funcionario municipal, como obra del Municipio, le entregó al barrio Los Pinos, un parque bien planificado para que la organización barrial haga lo suyo. Y así fue. Cómo olvidar los esfuerzos de sus moradores que construyeron sus dos espacios comunales, cómo no recordar lo que en el parque Los Quindes sus directivas organizaban para que los ambateños sigan su ejemplo de como la Fiesta de la Fruta debe organizarse en los barrios, de cómo la fortaleza de querer a su casa y entorno, de amar a su ciudad y su barrio, hizo que la fama de Los Pinos conservara todavía la ternura de los huertos originales y que la ambateñía se manifieste plenamente en competencias fraternales con los barrios aledaños para revitalizarla. El ciudadano que buscaba encontrar el remanso, lo encuentra, escucha las voces de los amigos que siguen allí, en el parque Los Quindes, reclamando encontrarse nuevamente con el propósito de entonces y de siempre. Y agradece al Municipio por esta restauración que no solo es física, sino que es también invitación para que Los Pinos sigan siendo ejemplo de lo que fue.