Otros sacrificados

Ayer miré en mi querida Ibarra al boxeador extraño, caminaba por una avenida, hacia ademanes, apuñeteaba al aire, arengaba incoherencias, imprudente aún en tiempos de cuarentena a causa de la peste Covid 19. El folclórico deportista es parte de los figurantes sórdidos que componen la tradición y lo popular de cada pueblo. Mi corazón se llenó de tristeza y dolor, el alma se ahogó buscando con desesperanza, razonar la orfandad y abandono que la vida y la sociedad sentenciaron a la desgracia a un inocente: vagabundear peregrino por las calles.

En este tiempo como antes, el extraño boxeador iba descalzo, mostraba al sol perpendicular su desnuda espalda, enajenado de la realidad, imposibilitado de entender que debe llevar un tapabocas, y desconocedor por falto de juicio de protocolos, el uso del jabón y alcohol. Su coraza, la mirada quemeimportista y la indiferencia del resto de humanos que transitaban por el lugar, y de las autoridades que por coincidencia recorrían en un patrullero y vieron la estampa como ver llover.

En la misma calle había un hato de perros, se encontraban recostados, mostraban la lengua agrietada, reseca la nariz, se veían sofocados guareciéndose a la sombra de un árbol, aturdidos por la falta de alimento, la inexistencia de un mísero hueso roído para calmar el hambre y que no rueda por el suelo a causa del Corona Virus.

Observé también en esos ratos, a un expuesto extranjero trayendo mascarillas a una esquiva clientela que debe protegerse del virus en moda; los ofertados desviando la mirada a otro lado, mostraron sin disimulo un insultante desprecio a quien busca ganar unos centavos quien sabe para qué apremiantes penurias.

Pasó por la misma vía, un carretón colmado de legumbres y frutas, el chirrido de las ruedas a la par de los gritos de marido y mujer, cantaba en coro esa canción que habla de buenos productos, buenos precios y justo peso. Nada importaba transitar en aislamiento, menos que sea desafío a la agresiva plaga que tiene enlistados a miles para ajustar sus cuentas, en la nómina los nombres de los pobres, los desheredados, los hambrientos sublevados que buscan pan para la barriga de sus hijos.