Santiago Armijos Valdivieso
Luego de atravesar graves y numerosos problemas académicos, administrativos y judiciales que la llevaron a una dilatada y forzosa intervención, la Universidad Nacional de Loja ha elegido sus nuevas autoridades con una importante participación de su comunidad universitaria.
Aquel acontecimiento constituye para tan respetado centro superior de estudios, la enorme posibilidad de reinventarse y caminar hacia la excelencia académica que le ha sido tan esquiva en los últimos años, a causa de factores internos y externos que han ido desde la politiquería hasta los mezquinos intereses de grupo, en perjuicio de toda la comunidad del sur del Ecuador que con enorme tristeza e impotencia ha presenciado la terrible y absurda tempestad que la ha ensombrecido y envuelto.
Por ventura las tempestades no son eternas y luego de que pasan y golpean fuertemente, existe siempre la posibilidad de reconstruir y superar todos los destrozos que dejaron a su paso.
Esa es la enorme tarea que tienen las nuevas autoridades universitarias. Ventajosamente para lograrlo, cuentan con los robustos y luminosos cimientos que brotan de la historia institucional, y especialmente de la identificación de todo un pueblo lojano que desde hace 159 años apostó por un centro universitario de prestigio que le permita desarrollarse y aportar significativamente al progreso del Ecuador y del mundo.
Debemos aspirar a que los nuevos mandatarios de la academia lojana estén a la altura del reto, para que con honestidad, apertura, y junto a los mejores profesionales de la comunidad, logren hacer brillar nuevamente a esta estrella del conocimiento que no debió haberse apagado nunca.
Cada lojano deberá ser un celoso veedor de que aquello ocurra, porque otra equivocación podría ser el ocaso definitivo de una institución concebida para existir y triunfar por siempre. (O)