Nadie merece morir en la cárcel

La pena de muerte se abolió en la constitución liberal de 1906 cuando se estableció la “inviolabilidad de la vida”. Sin embargo, muy distinta es la realidad que viven los cerca de 40 mil presos que residen en las cárceles del país. Para muchos, la prisión equivale a una pena capital.

Sólo en los últimos días, murieron tres reos y un policía resultó apuñalado durante motines en las cárceles de Latacunga y de Bahía de Caráquez.

Además de las conocidas condiciones de hacinamiento e insalubridad que se vive en los centros de reclusión, y la situación de violencia, temor y acoso de reos y guías por igual, ahora se suma la amenaza del Covid-19

Ya el 17 de abril, el Servicio de Atención de Personas Privadas de Libertad informó de la muerte de un reo en el centro de detención provisional de El Inca, en Quito.

Tras el anuncio, el Gobierno anunció que utilizaría el indulto para liberar a personas con enfermedades catastróficas y edad avanzada. Otros recursos disponibles son las solicitudes de prelibertad y hábeas corpus. Desde la declaratoria del estado de emergencia, habrían salido 577 personas de las cárceles por motivos humanitarios y preventivos.

Se restringió el régimen de visitas y el Ministerio de Gobierno anunció medidas de control de síntomas a los visitantes, pero un brote en cualquier centro penitenciario sería una fatalidad.

El Gobierno debe considerar a la población carcelaria como un grupo vulnerable y proteger su vida. El país no podría permitirse la liberación de grandes grupos de delincuentes y criminales, pero tampoco basta con liberar a unos pocos.

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Estudia no para saber una cosa más, sino para saberla mejor”.

Séneca (4 antes de Cristo-65 después de Cirsto) Filósofo romano

La educación es un ornamento en la prosperidad y un refugio en la adversidad”

Aristóteles (384-323 antes de Cristo) Filósofo griego