¿Muerte cruzada? ¡Que se vayan todos!

La Constitución de 2008, llena de despropósitos, creó una figura a la que se podría mirar como una salida a la crisis: la muerte cruzada, que es una facultad jurídica que autoriza al mandatario a disolver la legislatura o permite a la Asamblea deponer al presidente, como señalan los artículos 130 y 148 del cuerpo constitucional.

¿Con qué causales? En ambos casos, tanto ejecutivo como legislativo pueden destituir a la otra función por “arrogarse funciones que no le competen o por grave crisis política y conmoción interna”. La legislatura requiere dos terceras partes de los miembros y el ejecutivo lo establece vía decreto. Solo se puede usar esta figura una vez en el período, en los primeros tres años. El plazo está por cumplirse el 24 de mayo.

Si el ejecutivo lo consigue, gobernaría por decreto mientras el CNE convoca elecciones -una semana después- y hasta que se celebren los comicios. Si lo hace la Asamblea, el poder se lo encarga al vicepresidente hasta el fin del mandato.

Vale analizar algunos aspectos. Ni el ejecutivo ni la asamblea dan pie con bola. Desde el inicio de la emergencia, una vez que la pandemia azotó el país, el ejecutivo da palos de ciego, con datos erróneos, mucha información, poca cientificidad y alardes de crear imagen, gastando dinero en enlaces televisivos y campañas. La Asamblea, por su parte, piensa en sus propios intereses y la defensa de sus cargos. La discusión de las leyes económicas urgentes los ha dejado en evidencia.

El gobierno hizo del paternalismo su única herramienta, disponiendo de todos los recursos que se le vienen en gana. Qué más da, si en la década del terror tomaban fondos del Banco Central o de los seguros públicos como caja chica. Agréguese la corrupción rampante y el furor del ejecutivo por meter la mano en el bolsillo de los ciudadanos para que, vía impuestos u otra contribución “solidaria” (es un eufemismo) hagan a la gente seguir pagando la factura de lo mal que han actuado en las últimas cuatro décadas.

Lo que no se estableció en la disparatada Carta Magna de Montecristi fue alguna posibilidad para que los ciudadanos, vía consulta u otra ruta (que no incluya la violenta), puedan por una sola vez, decidir que todos, absolutamente todos, se vayan a sus casas y se forme una junta de salvación, integrada por gente que no esté contaminada de la política, de la corrupción y, sobre todo, de ese correísmo que tanto daño hace al país. Esta es la propuesta: muerte cruzada, pero a los dos poderes. ¡Que se vayan a su casa o a la cárcel!