Más casos de corrupción

EDUARDO CHIRIBOGA APONTE

Prácticamente cada semana se sabe de nuevas denuncias de corrupción, provenientes del gobierno de “las manos limpias y corazones ardientes”, pero esta fue de tripleta. Se espera que Ramiro González venga extraditado y que cante, mucho más que lo que se esperaba que Carlos Pareja Yanuzzely ‘Capaya’ cantara quien amenazaba todos los días al exmandatario, pero cuando llegó al Ecuador su voz se silenció de repente.

También está lo del diploma falso de la exvicepresidenta de la República, María Alejandra Vicuña, lo que ya no debe asombrarnos en lo más mínimo. Como tampoco nos debe llamar la atención, que su respuesta sea el ataque a quienes “osaron” revelar su acto delincuencial. Ella cree que todavía está su mentor en el poder.

Y lo de la terminación del asilo político a un mal sujeto como lo es Julian Assange, era algo que se veía venir desde hace algún tiempo. Con la violación del protocolo que tenía que respetar y no lo hizo, sumado a su inmiscución en la vida privada del presidente de la República, Lenín Moreno, era suficiente para que lo saquen, hasta de mala manera, de nuestra Embajada en Londres. Ahora se espera que revele lo que sabe de este y del anterior régimen, antes que llegue a manos de los norteamericanos, pues, su delito es penado con la pena capital.

Estos últimos casos de corrupción no deben alejarnos de la ineludible explicación del presidente Moreno, en el caso Inapapers, debido a que su afirmación de que él nada tiene que ver con ese asunto, no lo exime para que se realice una prolija investigación y que se aclare todo.

Aún no llego a entender, luego de tantas denuncias contra el exmandatario, cómo es posible que el Movimiento prestado a otro delincuente, como Iván Espinel, haya ganado en Manabí y Pichincha lugares estelares. Es muy preocupante que hayamos estado o estemos, gobernados por una sarta de delincuentes, que lo único exitoso que lograron hacer fue un perfecto saqueo de los recursos económicos del país.

Hago votos para que la nueva fiscal general, Diana Salazar, tenga una larga y fructífera vida y que sus objetivos sean plasmados en la realidad nacional, que por ahora, apesta.

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