Lo verdaderamente importante

Daniel Marquez Soares

Imaginar cómo sería Ecuador si la suerte no nos hubiera bendecido con reservas petroleras constituye un excelente ejercicio de humildad. Lo más probable es que la globalización nos hubiera pasado de largo, sin siquiera regresar a ver, y que Ecuador hubiera seguido siendo ese mismo país de los siglos XIX y XX: aislado del mundo, pobre por los cuatro costados, reaccionario hasta la médula y en eterna crisis política.

Seguramente hubiéramos terminado convertidos en uno de esos países miserables, sin recursos, condenados a perseguir caridad internacional por medio del chantaje emocional; a entregarnos a narcotraficantes, coyotes, caudillos violentos o pandillas callejeras para que el mundo nos preste atención. Gracias a esa inmensa riqueza, producto de la suerte, hemos podido vivir la época más próspera de nuestra historia. Sin embargo, ese capricho geológico también nos ha legado la pésima costumbre de creernos nuestra propia mentira.

Nos pusimos el disfraz de la riqueza petrolera y, luego de unos años, empezamos a creer que esa era nuestra verdadera piel. Hoy, gran parte de nuestra economía no es más que trabajo inútil, fingido, un mero trámite para cobrar una parte de la riqueza petrolera guardando las apariencias: vender sofisticados servicios cuyo único cliente es el Estado (que paga con petrodólares), complejos puestos públicos entregados a tareas etéreas (pagadas con petrodólares), importar bienes sobrepreciados a un mercado cerrado (que los compra con petrodólares), construir supuestas industrias o iniciativas agroexportadoras a partir de subsidios (financiados por petrodólares). Más allá del petróleo, son pocos los sectores reales en el país. El problema, en ese contexto, es que todos negamos nuestra condición de parásitos hidrocarburíferos y preferimos convencernos de que sí estamos trabajando.

La pregunta urgente que debería quitarnos el sueño a ciudadanos y políticos es de qué vamos a vivir dentro de poco, cuando las nuevas tecnologías y los nuevos productores terminen de matar la rentabilidad del petróleo. Hasta ahora, el mundo ha sido generoso; nos ha dado advertencias reiteradas y el cambio ha sido paulatino. Pero ya es hora de preocuparnos.

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