La paz, como un puño

Mariana Velasco

Matar periodistas no significa matar la verdad. Matar al mensajero no es sinónimo de eliminar el mensaje. La calidad de una democracia se mide por el tamaño de sus libertades, particularmente la de expresión. La situación del periodista en nuestro país fue y es precaria ante democracias vacilantes, arrogancia y prepotencia de ciertos gobernantes. Es preciso reivindicar la defensa de la paz como una adhesión profunda del ser humano a los principios de libertad, justicia, igualdad y solidaridad.

Desde el asesinato de los cuatro militares y de los colegas, quienes abordamos temas políticos, de seguridad, narcotráfico y otros relacionados con el crimen organizado, debemos vivir al acecho, atemorizados, con miedo a ser violentados por algún delincuente o por algún funcionario. Asumíamos que, ser periodista en Ecuador no significaba vivir en peligro de muerte. Hoy lo estamos.
Me hago eco del manifiesto de la Unión Nacional de Periodistas al exigir al gobierno nacional establecer políticas y protocolos claros de protección a los periodistas en situación de riesgo, dando cumplimiento a las recomendaciones de la ONU y otros organismos internacionales, a fin de precautelar la integridad de los colegas en el ejercicio profesional.

Es tiempo de hablar de nuestra vocación, pasión y convicción profundas, de nuestro rol en una auténtica democracia, de esa firme decisión por la cual aceptamos tomar riesgos, de “entrar” cuando otros quieren salir. La paz consiste en vivir juntos nuestras diferencias fomentando el respeto por la justicia y los Derechos Humanos sobre los que se sustenta esa coexistencia.

Decidimos, por vocación, ser periodistas y conocemos el riesgo que implica serlo; decidimos escribir, plasmar realidades en diferentes lienzos, mostrar al mundo de forma veraz EN el ejercicio informativo. En Ecuador, como en muchos países de América Latina, el ejercicio periodístico no en pocas veces se ha visto sometido a la opresión, censura, intimidación y en el peor de los casos, a la muerte. La muerte de un periodista no habla bien de un gobierno, pero es peor si su muerte se debe a que hacía su trabajo.

[email protected]