La cura de la desigualdad

Daniel Marquez Soares

Existe aquella historia, seguramente apócrifa, sobre los teóricos marxistas de hace unas décadas que analizaban la situación de Ecuador y concluían que las condiciones para la revolución no solo estaban maduras, sino incluso podridas. Se les hacía inconcebible que una sociedad pudiera sobrevivir con semejante grado de desigualdad económica. Lo mismo podría decirse del mundo de hoy, en el que surgen estudios aterradores, uno tras otro, sobre el grado de desigualdad que el mundo ha alcanzado y nadie, ni políticos ni electores, parece capaz de hacer nada al respecto.

‘El gran nivelador’, publicado por el académico Walter Scheidel el año pasado y cuya edición en español ha salido esta semana, es un serio aspirante a dar por terminado el debate acerca de la desigualdad. Sus conclusiones, rigurosamente respaldadas por datos y hechos de los últimos seis mil años, son estremecedoras. La desigualdad es algo natural en la civilización, una conclusión inevitable del surgimiento de los mecanismos de traspaso intergeneracional de propiedad y de un poder político; sin disrupciones, aumenta y lo usual en la historia humana es la desigualdad extrema, como hoy.
Los factores que la han reducido sensiblemente en la historia humana son la guerra moderna y su movilización total, las revoluciones radicales del siglo XX, el colapso del Estado y las plagas; todo el resto, sobre todo la democracia y el desarrollo, han sido obscenamente inútiles. Para decepción de Marx y otros apocalípticos, señala que, si bien esos cuatro factores reducen desigualdad, no hay nada que indique que la desigualdad extrema los precipite; es decir, una sociedad puede permanecer extremadamente desigual de forma indefinida. No hay estallidos ecualizadores providenciales.

El autor invita a los pro igualitarios a “tener cuidado con lo que desean (porque se puede cumplir)”. Tenemos que elegir entre un mundo desigual y la vorágine de sufrimiento que se requiere regularmente para tornarlo más igualitario. Todo el que plantea una solución que no implique violencia y sufrimiento en una escala descomunal es apenas un hipócrita o un charlatán. Quizás sea mejor resignarse.

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