Insólitos peregrinos

Pablo Balarezo

En un momento del tiempo, estando tan cerca, en familia, por escenarios adversos se alejaron, se volvieron extraños, enemigos, triste ocasión olvidando toda la magnitud de evidencias nobles. Relegaron su identidad, su dignidad, sus sentimientos, al ínfimo nivel del degradamiento intelectual, familiar, social. Sorprendentes actitudes sitúan al ser humano, por decir lo menos, en el perfil de la ingratitud, de la soberana irracionalidad, de la fanfarronada dejando al descubierto la más miserable de las acciones definiendo el referente del origen y sus prejuicios.

No se detuvieron a pensar que, la mudanza es testimonio del camino andado, de todo el amor recibido, entregado, de toda ternura compartida, de toda lágrima vertida, de toda sonrisa dibujada con naturalidad, pureza, de todo abrazo que, infundió calor, esperanza, apoyo. Todo signo de experiencia transmutada, es obvio, que sea, fructífera jornada de enseñanza idealizando a las nuevas generaciones, el respeto por la vida del otro hasta su último instante, y, no a la cultura del desecho. Valuar la última etapa de vida de los seres humanos es un reto de la sociedad joven. Demostrar que, la vejez no es sinónimo de carga o gasto infructuoso, es desafío del discernimiento, optimizando de manera real, tiempo y vida.

Los matices de la segunda juventud posibilitan relatos felices guardados en lo más íntimo del corazón y del pensamiento, gratitudes imponderables por el ejercicio de vivir, pero, cuando el olvido se vuelve largo, solamente la eternidad dará el desahogo merecido. La lógica queda muy pequeña para entender a la naturaleza humana, espejo nada claro revolucionando, relegando, amparando otros ámbitos. Realidad: Haber absuelto al Capt. Edwin Ortega, del Consejo de Disciplina instaurado en su contra.