Incendio y Perversión

AUTOR
Ismael Gaibor


Mientras los volcanes Cotopaxi y Tungurahua, activos, emiten ceniza y con ello inspiran el temor en los pobladores de zonas aledañas que rezan para que no ocurran catástrofes, resulta increíble que no tan lejos otro grupo de personas sean quienes provocan esas desgracias al iniciar deliberadamente un incendio en zonas en las que en cuestión de segundos puede expandirse y destruir plantaciones, animales, casas y hasta seres humanos.


Cómo es posible que ciertos individuos con suma crueldad y ausencia de remordimiento se diviertan causando el dolor ajeno, sin recibir ninguna recompensa económica, lo hacen por el mero placer de destruir, eso se llama sadismo, muchos incluso no temen una sanción legal, una multa o un castigo, pues también encuentran placer en ellos lo que se configura en el masoquismo, es decir estos individuos tienen una estructura patológica, que no se conmueve ni siquiera con la muerte de los bomberos pues luego de ésta siguen provocando incendios.


Son sujetos carentes de empatía, resultado generalmente de experiencias dolorosas de maltrato infantil, discriminación, etc, que a través de la destrucción buscan reinvindicarse, llamar la atención, sentir que pueden hacer algo importante que aun cuando sea malo, salga en la prensa y sea trascendente. Esa es la estructura del perverso que tiene al mismo tiempo un buen nivel intelectual, sabe dónde, cómo y cuando atacar, sabe cómo hacer más daño, planifica su accionar y regresa a la escena, busca en las noticias si su incendio se hizo importante. Pero ese comportamiento inicia con cosas pequeñas como botar basura en la calle, maltratar animales, mostrarse agresivo con otros, pero puede incrementarse hasta la piromanía y luego otras formas de agresión antisocial , que solo les parece un juego.