Filosof-ando

Jorge Oviedo Rueda

La política en nuestro medio es tan repetitiva que a los espíritus libres nos empuja a la filosofía, esto significa a replantearnos las eternas preguntas que la humanidad se ha hecho siempre.

Imposible escapar a la clasificación engeliana de idealismo y materialismo según se responda a la pregunta de que fue primero, la idea o la materia, tema que en la actualidad recibe nuevos destellos de luz con el avance sorprendente de la física cuántica que ahora, tan graciosamente, comenta y vulgariza nuestro presidente.

El materialismo dialéctico no ha terminado de sacudirse de los fórceps que el estalinismo le impuso. Sus mejores logros giran alrededor de reconocer la herencia hegeliana, con lo cual la dialéctica materialista se engarza con el riquísimo filón del pensamiento sistémico, único camino que promete una tabla de salvación a la decadente humanidad.

El idealismo filosófico también, en cierta forma, se detuvo en Hegel. Pensadores como Kant, Schopenhauer y el mismo Nietzsche giran alrededor de este astro supremo. Esto no quiere decir que cada uno no tenga su mérito. De Nietzsche, por ejemplo, ¿cómo no rescatar la estocada mortal que da a la civilización occidental y, sobre todo, al cristianismo?

El existencialismo sartreano es ahora una tenue luz, de cuyos tiempos queda el eco potente del feminismo que, bien entendido, junto al pensamiento sistémico, siguen siendo armas efectivas contra el capitalismo.

En América Latina la filosofía sigue brillando por su ausencia, sin querer decir que no existe. Sobre todo hay originalidad en aquellos pensadores que están volviendo los ojos a las formas de vida ancestrales. Ahí hay un riquísimo filón de nuevas ideas, que pueden sacar a la política actual del círculo vicioso en que ha caído.

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