Éxodo

Fanklin Barriga López

Quienes conocieron Venezuela antes de la llegada al poder de Hugo Chávez y relacionan esa situación con la actual, hacen señalamientos de fondo sobre el pronunciado declive del hermano país en los últimos años.

La riqueza petrolera y el nivel de vida que atrajo a incontable número de inmigrantes, especialmente de Europa y América, ahora es recuerdo que se vuelve doloroso, ante lo que se está viendo en esa República digna de mejor suerte.

El éxodo de millones de venezolanos refleja las circunstancias deplorables al máximo en que se debate la patria de Simón Bolívar y testimonian el fracaso rotundo de quienes pregonaron y se ampararon en ese engendro, de esencia totalitaria, que llamaron socialismo del siglo XXI y que se sostiene por la falta de profesionalismo de esas Fuerzas Armadas que, incumpliendo su juramento de honor, amparan a una camarilla incapaz, putrefacta, despreciable.

¿Alguien de buena fe podrá sostener, con argumentos sólidos, que las cosas en Venezuela marchan bien?

Como “espiral descendente que no parece tener fin”, calificó la ONU a las graves violaciones de los Derechos Humanos que allí se perpetran; solicitó, además, a la Corte Penal Internacional de la Haya que se compenetre más en lo concerniente al régimen de Nicolás Maduro. La presión internacional debe intensificarse para que concluyan los abusos que no cesan y que han ocasionado miseria, zozobra y retroceso. ¿Qué se puede esperar si no existe solidaridad internacional para un pueblo víctima de tanta desventura?

La vorágine en que ha caído Venezuela es el indicador más elocuente de lo que sucede a los países que pierden la ruta del progreso, debido a los engaños de líderes ineptos, cerrilles, corruptos.

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