Una de las enmiendas constitucionales advierte una consideración trascendente en el plano de la comunicación social el articulo 16 de la solicitud de enmienda en el artículo 384, dice agréguese como primer inciso el siguiente texto: “ La comunicación como un servicio público se presentará a través de los medios públicos, privados y comunitarios.”
“La comunicación es un derecho humano reconocido por el estado ecuatoriano pero que se hace efectivo por la prestación del servicio público el cual no es privativo del estado central sino que reconoce también a otros actores.”
Debemos una reflexión fecunda que trascienda más allá de la teoría o lo fáctico de las ciencias sociales; harto cansado sería ponerse a pensar si es o no una ciencia la comunicación, no porque nos interese pero sería intentar el trillado ejercicio de saber que fue primero si el huevo o la gallina.
Si vamos a pensar que la comunicación es un derecho fundamental y humano, es esa misma categoría por la cual se apuesta una garantía constitutiva en la carta magna de un Estado liberal de derecho, su practica debe superar códigos de ética, objetividad y veracidad, eso que en su conjunto se denomina “deontología de la comunicación”.
Las escuelas, carreras, facultades y la misma academia debe reflexionar sobre este parecer que ubica a un derecho inalienable y humano como el de comunicarse a una instrumentalización de servicio público que resuelva términos de imparcialidad que serán (me atrevo a decir) casi siempre apegados a la institucionalidad del Estado.
Un Comunicador Social puede atreverse a ser Periodista pero un Periodista dista tanto de un Comunicador Social, aunque ello mantenga una dependencia rotunda con la inserción de un primer inciso a un cuerpo normativo amparado en la Ley de comunicación; al ser servidores públicos será también responsabilidad del Estado en considerar su escalafón y una remuneración de acuerdo a qué criterios cuando al ser una facultad humana la especialización académica también cuenta.
Apostamos por una comunicación humanizante, que fuera de sus hegemonías y retóricas esté al servicio del pueblo en democracia, con tolerancia y crítica.