Tal y cual una competencia atlética desde el viernes pasado los contrincantes rompieron filas e iniciaron una carrera en pos de arribar a una meta que la sienten muy ambicionada. Me refiero al vasto listado de aspirantes a los organismos seccionales, locales y parroquiales, que como candidatos inscritos bajo la ley electoral, les permite arribar a la concreción de un dorado sueño por “servir” a una colectividad que siempre se encuentra en la búsqueda permanente de algo diferente que concilie algo de esperanza en soluciones eternas, aunque siempre postergadas in extremis por obra y gracia del destino.
A nivel nacional, provincial y local son tantos los interesados que hoy existe un verdadero récord para variar. Hay gente conocida, muy conocida y, desgraciadamente, tan desconocida que desconcierta por el florilegio que conque advienen.
Es del caso, entonces, que su campaña electoral puede llenarse de lo mismo y de lo mismo como siempre. A decir, puede correr un listado de baratillo en tiempos de hambruna política como el actual. A la manera de los pueblos romanos que advertían que “circo quiere el pueblo”, y eso hay que darlo.
En nuestra ciudad, en Ibarra, cabe que si no se presta el panorama para un debate igualitario, imparcial, transparente y honesto, por lo menos los candidatos a la alcaldía puedan concretar lo que los tecnócratas suelen llamar los “ejes” de gestión, siendo tan importantes los que se denominan transversales.
No es necesaria una prelación de ellos, pero bien se puede concretarlos en:
- Seguridad ciudadana y ambiental.
- Servicios públicos.
- Atención al peatón.
- Patrimonio.
- Cultura.
Por consiguiente, en estos ejes se encuentran las verdaderas necesidades sociales y ciudadanas que Ibarra aspira para ser una ciudad vivible y viable.
Lo que induce a sostener que basta ya de cemento, adoquín, festejos y promociones atosigantes.
Esperemos pacientemente y muy pronto conoceremos el sombrero y el conejo que nos regalarán los referidos magos de la política.