Educación nacional

FRANKLIN BARRIGA LÓPEZ

Un ministro, muy suelto de huesos, afirmó que nuestro país se encontraba libre de analfabetismo, por milagro del Gobierno al que servía. Tal aseveración fue desmentida por expertos en la materia y la evidencia latente, sobre todo en las zonas rurales.

Los políticos y politiqueros tratan de disfrazar la realidad, con sistemática e inflada propaganda. Los problemas son agudos y deben merecer la prioridad debida, si se anhela superar el subdesarrollo y encaminarse por la ruta que han seguido los países más prósperos del planeta; de lo contrario, estaremos condenados al atraso que pretende ocultar la verborrea populista, antes que afrontar con responsabilidad y patriotismo los acuciantes problemas que atraviesa la educación nacional.

Ciertamente, la educación es el principal motor para el cambio hacia el progreso, como lo han demostrado poblaciones que tenían ínfimos niveles en materia social, económica y hasta extensión territorial y que hoy son ejemplo de superación y desarrollo.

En este panorama, se reconoce como un acierto del Presidente de la República la designación de Monserrat Creamer Guillén para que dirija el Ministerio de Educación. Esta dama, a más de estudios y titulaciones en EE.UU., España, Chile y Ecuador tiene calidad humana, seriedad, publicaciones, bastante experiencia pedagógica y administrativa, todo lo cual garantiza trabajo edificante.

La doctora Creamer Guillén ha dicho que trabajará para que esa Cartera de Estado sea ágil, abierta y flexible, para que cada ciudadano encuentre la oportunidad de ser un agente transformador. En buena hora si ello se cumple, para lo que requiere colaboradores honestos, capaces y que no sigan la rutina burocrática de nuestro medio, tan pesada y obstruccionista.

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