Después de una montaña…

Talía Guerrero Aguirre

Más que un apuro o un contratiempo, tendemos a considerar las adversidades en nuestras vidas, como desgracias que evitan que logremos nuestras metas, para encontrar la felicidad y en ocasiones las hacemos aún más personalistas, cuando creemos que se trata de una injusticia, una tragedia, un fracaso o mala suerte.

Sustento este concepto con la representación que solemos dar a la adversidad, de una mujer triste, anciana y vestida con harapos, apoyada en una caña seca, intentando atravesar un campo estéril, sus piernas cubiertas de llagas son lamidas por varios perros flacos y como fondo de esta patética y abstracta escena, una cabaña destruida por un incendio, gráfica que solo puede transmitirnos desesperanza.

Si nos encontramos atravesando por una situación de adversidad, definitivamente lo que cuenta para superarla o sobrellevarla es nuestra actitud, fundamentada en que contamos con dos palancas para impulsarnos: ‘decisión’ y ‘acción’, que están bajo nuestra responsabilidad el utilizarlas, con la capacidad positiva que poseemos los seres humanos, para no dejarnos dominar por las debilidades y sobreponernos a estos períodos de dolor emocional en busca de resultar fortalecidos.

Sin embargo y como en la mayoría de este tipo de sucesos a los que estamos inevitablemente expuestos a lo largo de la vida, debemos estar conscientes de que necesitaremos de toda nuestra paciencia, esfuerzo, esperanza, fortaleza, valor y temple, para no rendirnos, que tendremos que evitar lamentaciones inútiles, para aprender de ello y detenernos en el significado de lo inmediato y lo relativo del largo plazo, afianzarnos en el concepto de injusticia, amistad y solidaridad, porque de esa manera contaremos con el mejor y más valioso asidero para superar cualquier obstáculo y adicionar a la medicina la conciencia de que solos no será fácil lograrlo, por lo que debemos contar con gente querida, familiares y amigos, aquellos que sabemos que estarán siempre para ayudarnos a reconstruir otra vez nuestras vidas.

“No te inclines ante la adversidad, más bien oponte audazmente a ella, rescatando la visión de que después de una montaña, viene otra, y que para esa que viene no necesariamente estamos mejor preparados”. (O)