Eduardo F. Naranjo C.
El grave problema del país es su condición de nacimiento, como dicen, es “colcha de retazos”, revela la construcción artificiosa de una sociedad, reflejada en el comportamiento de la mayoría de ecuatorianos que quieren acceder al poder no para consolidar sino para desintegrar. El escritor y filósofo Juan Valdano analiza esta sopa en su libro “Identidad y formas de lo ecuatoriano”, advirtiendo que solo cuando estamos en el extranjero nos identificamos como tales, sin embargo, acá tomamos posición del origen localista y pretendemos crear feudos en beneficio propio y en desmedro de los demás.
La historia republicana señala numerosos eventos en que, cada pequeño retazo territorial ha pretendido ser independiente del todo llamado Ecuador. Guayaquil, Cuenca, Loja, las comunidades y pueblos indígenas y ahora hasta las parroquias de Quito, actitudes que sintetizan lo que realmente somos, localistas y ambiciosos, sin percibir el riesgo.
Hay más de 14 nacionalidades y pueblos indígenas que se juntan, pero no se mezclan, valoran sus costumbres e idioma y quieren el dominio sobre territorios. En las urbes se busca hegemonía por sectores y vamos a la desintegración nacional, esto quizá explica la confianza en las Fuerzas Armadas, porque es el elemento sólido que une y tiene gente de todos los grupos, es lo único aglutinador e integrador.
La poca capacidad de gestión y opacidad de los gobiernos, con un sistema legal complejo, fallas burocráticas y falta de recursos, fomentan actitudes como la ausencia de los ciudadanos a contribuir y cumplir, por viveza o desesperanza al no percibir avances y cambios. Lo único viable en el tiempo sería un “déspota ilustrado”, que nos consolide como nación, como hizo con Alemania Federico de Prusia, pero en función de actualidad.