De psicópatas y fanáticos

La psicopatología es un área de la salud dedicada al “estudio de los trastornos en el comportamiento del individuo que pudieran señalar estados mentales que no son considerados saludables y se encarga de identificar aquellos cambios que podrían ser considerados un síntoma o un trastorno”.

Se puede concluir de esta manera que la psicopatología social es el “estudio del individuo dentro de la sociedad en la que se desenvuelve y el ambiente en el que el individuo vive”. Así pues, esta especialidad, persigue el estudio sociológico del comportamiento normal y anormal de las personas que respetan o abusan y violan, las normas sociales, culturales, económicas y políticas establecidas en un conglomerado humano como norma de convivencia comunitaria.

De aquí se desprende, por ejemplo, que el fanatismo es el “apasionamiento del fanático, un individuo que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones y se entusiasma o preocupa ciegamente por algo”.

Se sostiene que el fanatismo se sustenta o “identifica por cinco principales señas de identidad: el deseo de imponer sus propias ideas, el despreciar a quienes son diferentes, el basarse en una serie de ideas que son incuestionables, el tener una visión “cuadriculada” de las cosas pues todo es blanco o negro, y finalmente el carecer por competo de todo espíritu crítico”.

El fanatismo puede darse en distintos aspectos de la vida. Y así hoy prevalece en el deporte, en la religión y en la política.

El fanatismo es un acontecer ya rutinario y efervescente en el mundo entero, por consiguiente en nuestro país obra rampante y enérgico. Está presente en la alcurnia como en el pueblo llano; en las élites como en los de abajo. En la farándula y en los medios. Y no se diga en las perversas redes sociales donde descueran o santifican en grueso calibre, con siglas, memes, videos y pornografía social.

Tal es el sesgo y la distorsión que el fanático impulsa que no duda en confundir vandalismo con defensa de los derechos humanos; protesta, con destrucción patrimonial. Proclamas, con vocinglería. Acatamiento del orden legal, con derecho a participación democrática. Y vaya, hay defensores del desorden, el boato y de la voracidad hasta en los hacedores de nuestra legislación.

De psicópatas y de fanáticos, ¡líbranos Señor!