Cultura y Estado

POR: José Albuja Chaves

Cultura es la base y el fundamento de lo que somos. De nuestras huellas y de nuestra identidad colectiva. De nuestras actitudes, reflexiones y testimonios de los acontecimientos recorridos en el devenir de la Humanidad. La cultura, pues, existe en nosotros desde el momento en que nacemos y es el aporte moral e intelectual de nuestros progenitores en un inicio y de nuestro entorno, posteriormente. Es el rasgo social de los pueblos así como el genoma es la impronta genética a los seres humanos.

El Estado no está autorizado a incidir sobre ella. Al contrario, el Estado y su gobierno deben respetar estos procesos y cimentarlos en tanto su apoyo se encamine a proteger la identidad nacional y a respetar las expresiones libres de los pueblos en la gestación cultural.

Así debería interpretarse en una Ley de Culturas que no fraccione ni ampute a la sociedad con la mano oficial que percude artificiosamente estos procesos, los mismos que no necesitan ningún direccionamiento expreso, predeterminado o de entronización que afecte su intangibilidad. Estado, libertad y cultura son senderos y espacios de mutuo respeto. Y de armonía social.

Lamentablemente la actual Ley ecuatoriana tiene un gran sesgo político y hasta ideológico, no exenta además de intereses clientelares que caen en odiosa politiquería por abarcar la conducción total de la Matriz y de los Núcleos provinciales de la Casa de la Cultura Ecuatoriana que nació y se forjó bajo la inspiración de notables intelectuales de todo signo, pero con una sola concepción de hacerle grande a la patria a través de las manifestaciones creadoras de los aconteceres culturales y de procesos derivados y sostenidos que impulsen su desarrollo al margen de conflictos bélicos, invasivos, y por encima de bastardas luchas intestinas obcecadas por captar y mantener el poder para medrar ad infinitum.

Así la cultura en el Ecuador puede demostrarse secuestrada si no se imprimen reformas puntuales y de fondo en su propia legislación, que le devuelvan una autonomía real y transparente para exponer el pensamiento y las actividades creativas en todo su esplendor y en libertad.