Cualquier cosa

A veces me animo a mí mismo a pensar en cualquier cosa… cualquier cosa, si… Intento ser precavido por dónde va la mente, a veces le cuesta ubicarse y se pierde de repente… es allí en donde entiende, y muchas veces no está preparada para entender eso que ella entiende.

Como siempre, visito las mañanas… limpio los atardeceres y guardo las noches.

Pero, en la naturaleza absoluta del cuerpo… se me hace complicado, inexplicable. Me entra una antigua melancolía, como una especie de nostalgia púrpura intensa. Y me dejo conmover… encogido por la levedad del alma. Tratando de tranquilizar a la ansiedad de saberse efímero.

Porque, hemos de admitirlo… es complicado ser una persona todos los días… no sé… como que a veces quiero ser ave, o pez, o perro. Alguien en algún momento deberá revisar de vez en cuando las reglas del libro de la vida – digo yo.

Pues a ver si se puede cambiar a ser perro… y dejar de preocuparse tanto y estar presente… o pájaro, como para extender las alas sin miedo a la caída… al fallo; o, incluso, salmón… como para nadar contra corriente, saltar, subir la vertiente.

Que me inyecten de coraje y aleluyas… para disfrutar del vendaval en la espalda … el sol en la cara… como cuando pica el rostro y los rayos del sol te acaricia las cienes… que me cubran de palabras y nos dejen bailar entre las plumas… Entre miradas.

Que llenen de colores el verano, y me impidan con abrazos sufrir sin resguardo… que el mar se tiña de verde, rojos y naranjas fosforescentes, que exista un día sin noche. Un amanecer eterno. Suspendido. Punto. Final. Sin, final.

O que sea solamente de día para disfrutar de la luz, soñar… en vigilia.

A veces me animo a mí mismo a pensar en cualquier cosa… cualquier cosa, si…

Como bailar bajo una lluvia de besos… de neón, desenfreno. A que me devuelvan la juventud que me han robado, la inocencia perdida, la cercanía letárgica. Las horas infecundas, mis emperros sabios… que me devuelvan lo que no aprecié, pero ahora en encierro lo hago…