Estamos viviendo en una sociedad que borra todo lo antiguo para caer en lo nuevo, que no repara nada, porque incluso es más barato comprar cosas nuevas que arreglar la viejas.
El comportamiento de muchos adolescentes están basados en conductas instintivas, animalescas. No tiene nada de emocionales y mucho menos de espirituales. Los padres acogen la llegada de la adolescencia de sus hijos con temor, jóvenes que ensordecen con estridente música, ropas y peinados estrafalarios, saturados con aparatos electrónicos están viviendo una revuelta en toda forma.
La idea de que los adolescentes inevitablemente se revelan es un mito que puede causar daño a la familia, deteriora la comunicación en esta etapa que es determinante para la influencia de los padres sobre sus hijos.
La adolescencia es una agotadora época de transición tanto para los hijos como para los progenitores, ellos necesitan afirmarse como individuos antes sí mismos y ante los demás. Esta búsqueda no es un intento de rebelión, sino de transformación en una persona por derecho propio.
Para esta etapa los padres y maestros no debemos adoptar actitudes rígidas ni débiles, cediendo en todo. Las drogas no tardarán en hacer acto de presencia si no hay control.
¡Cuidado! con el manejo de los cambios corporales, pues son distintos a los de nuestra generación. Niñas de 15 años con cuerpos de mujer y en los hombres pasa lo mismo. Utilicemos la comunicación, mostrándonos en todo momento como un equipo de trabajo flexible, en el que todos puedan percibir entre lo importante y lo trivial, con menos escenas tormentosas, pero si manteniéndose firmes en el control para evitar el peligro y la desfiguración.