¿Cómo se podría vender a los políticos?

Es difícil pensarse optimista. Qué absurdo, cuando el optimismo debe ser parte del estilo de vida. José Saramago dijo que las personas tenemos todos los problemas del mundo para llevar la vida. Debemos preparar el futuro para nuestros hijos, llevar el plato de comida, nos preocupa el desempleo, el paro, las circunstancias de la vida. No hay tiempo para pensar como ciudadanos. Pero no se puede pensar que esta situación será definitiva. Esta es una primera receta para ser positivo: comprender la realidad de la manera más global posible.

Vivimos con gobiernos empeñados en la corrupción consciente y sistemática en todos los ámbitos y actividades humanas, país por país y en todo el mundo. Según es escritor John Le Carré, los países ricos invierten fortunas en influir, contratar y comprar las opiniones científicas, políticas y económicas, sin que nadie controle. Recibimos demasiada influencia para detener la aparición de jóvenes democracias en nombre de la democracia de los países desarrollados.

Hay otra actitud que molesta y debe ser eliminada. Nos hemos perfeccionado en el egoísmo. Creo que es el único país del mundo donde el dólar se ha devaluado. Se redondean los precios del pan, de las medicinas y de todos los productos de primera necesidad. Los ecuatorianos no nos ayudamos. Ni siquiera nos saludamos cuando subimos al bus.

Otra receta fundamental para salir de la indiferencia y entrar al optimismo sería alimentar la conciencia de no caer en la trampa de las verdades definitivas, que ya son demasiadas. Por eso hay que dudar de ellas.

Nos hemos transformado en una sociedad de excluidos. ¿Cómo devolvernos la satisfacción de vivir? Educación de calidad, servicios de salud, seguridad social, desarrollo, son problemas que duermen en la mente de los políticos desde hace algunas décadas. Los problemas de la pobreza y del subdesarrollo ha golpeado rotundamente en la clase media que está a un pie de desaparecer. Los políticos no visualizan los problemas del país sino de sectores sociales. Hace años fueron los trabajadores y los estudiantes, ahora los indios. Con un poco de imaginación se planificaría un gran proyecto de marketing y promocionar la venta de algunos políticos.

Esta sería la receta de postre ¿Por qué no imaginar siquiera a un país sin paternalismo? Qué importante sería aprender a valernos por nosotros. Sería emocionante reconstruir el hábito de conversar, buscando propósitos comunes cada uno en el lugar que le corresponde. El zapatero feliz trabajando, el agricultor cultivando su tierra, la madre educando a sus hijos, el artesano inventado, los profesores leyendo con pasión. Todos ayudándonos para combatir ese sentimiento de perdedores. Un país donde la gente tenga la visión, la capacidad para que cada uno salga de la crisis, cada familia, cada institución, sin necesidad del gobierno. Una sociedad que no reciba de los medios de comunicación noticias de política y los editorialistas no necesiten más escribir sobre los políticos. Un país de gente autónoma y alegre, sin pordioseros, ni viejos abandonados o niños desnutridos. Soñar en cada ecuatoriano pulcro, honrado y solidario. Es placentero imaginar. Además, lo único que puede salvarse de los paros y la corrupción es la imaginación.