Colombia en la OTAN

Rodrigo Santillán Peralbo

J. F. Paula de Santander traicionó al Libertador Simón Bolívar y hay historiadores que afirman que planificó su asesinato. Hoy, otro colombiano, J.M. Santos, en una especie de traición a América Latina y el Caribe, anuncia como un logro de su gobierno, el ingreso de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN-, esencialmente guerrerista, dotada de poderosas armas, incluidas las atómicas. Con ese acto abre las puertas de América Latina al militarismo nuclear y hunde a su país en bárbaro coloniaje bélico que impulsó Uribe con los planes Colombia y Patriota para que Estados Unidos reafirmara su presencia militar en la hermana República.

Santos se olvidó que está vigente el Tratado de Tlatelolco, firmado inicialmente por 14 países en 1967, por el que Latinoamérica y el Caribe fue declarada una región libre de armas nucleares. Ese Tratado prohíbe el ensayo, fabricación, producción, almacenamiento o adquisición de armas nucleares en América Latina. La OTAN no fabrica armas nucleares, pero las recibe de Europa y Estados Unidos.

Santos que, en poco tiempo, dejará la Presidencia de Colombia, hizo caso omiso de la Celac -que en la II Cumbre celebrada en La Habana entre el 28 y 29 de enero de 2014-, “en nombre de sus pueblos e interpretando fielmente sus anhelos y aspiraciones” declaró a América Latina y el Caribe como zona de paz. Ni armas atómicas, ni de destrucción masiva tienen cabida en la región, principios que ya fueron destruidos por la desmedida militarización ejecutada por Reino Unido en las Malvinas que son argentinas, pero retenidas a la fuerza, por esa potencia europea.

Colombia no será miembro pleno de la OTAN, pero será “socio global” de esa organización especializada en guerras de agresión a países débiles e indefensos.

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