Cárceles

Richard Salazar Medina

No hay semana que no sucedan matanzas, fugas, balaceras, refriegas o amotinamientos en las cárceles del país. Cual si fuera poco, esta semana en la Cárcel Regional de Guayaquil hubo agentes de Policía secuestrados y un reo, alias “el cubano”, incinerado.

Todo está documentado en videos de celulares de los propios presos, hoy ya una costumbre, pese a que los celulares son objetos prohibidos en las penitenciarías. Pero, de no ser por esos videos, no tendríamos información sobre el estado actual de las cárceles. Seguramente esto no es nuevo, pero antes no había información más allá de la versión de guías y autoridades penitenciarias que, se ha visto, muchas veces actúan en complicidad.

Esta dramática realidad demuestra no solo complicidad sino un sistema con varias instituciones que actúan coordinadamente en la trama. Hemos sido testigos de ambulancias que llegan supuestamente a auxiliar enfermos o heridos, pero ingresan con verdaderos arsenales que son distribuidos entre los presos.

Esto da cuenta al menos de dos cosas: por un lado, existe un verdadero crimen organizado en el país, que opera desde o junto con las cárceles; por otro, que el Estado, también en este sentido, ha sido y sigue siendo incompetente.

La paradoja es que las cárceles son llamadas centros de rehabilitación y son todo lo contrario: centros de operación de delincuentes en asociación delincuencial con funcionarios de varias instituciones estatales, lo cual incluiría a jueces, que se ha visto, dejan libres a verdaderos capos de mafias organizadas y narcotraficantes, algunos pilotos de avionetas con droga, accidentadas en sectores costeros.

Las cárceles no son un reflejo sino un indicador de cómo es una sociedad. Por ello lo que hoy ocurre es de una gravedad extrema. Las autoridades deben actuar inteligentemente en el corto y largo plazo. Poner al Ejército no será solución.

Durante el gobierno anterior nunca se quiso reconocer que en el país hay delincuencia organizada. Más que absurdo ello de por sí representa un acto de connivencia con la delincuencia. Mucho que investigar.

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