Calentamientos “gretinos”

Carlos Freile

El calentamiento de la tierra es un fenómeno del cual no es posible dudar, las evidencias se hallan al alcance de toda persona perspicaz. De hecho, con altos y bajos, se viene dando desde hace varios siglos, como se puede comprobar al leer las crónicas de los testigos de la conquista española y los diferentes testimonios conservados a partir de la llegada de la escritura a nuestros lares. Es más, los científicos aportan pruebas inamovibles de la subida global de la temperatura.

Pero no se ha demostrado que el dichoso calentamiento sea debido a la acción humana, como nos quieren hacer creer los altoparlantes de la ONU. Para ello usan el socorrido subterfugio de citar solamente a los científicos sostenedores de la tesis de que el calentamiento de la Tierra tiene un origen antropogénico; por otra parte no solo acallan, sino desprestigian y criminalizan a los hombres de ciencia contrarios a esa opinión, condenándolos al ostracismo y al silencio con actitudes más propias de los sistemas represivos de los regímenes totalitarios que de instituciones en busca del bien real de todos los seres humanos.

Dentro de los límites que todavía cercan a las ciencias del clima, los “negacionistas” (fea palabra aplicada a quienes no aceptan la responsabilidad humana en el calentamiento global, fea también porque suele aplicarse a otras negaciones perversas) han aportado con teorías plausibles y muy racionales, una de las cuales tiene que ver con el cambio del comportamiento del Sol, sobre el cual nosotros no tenemos ningún control, como es verdad de Perogrullo. Tampoco deben dejarse de lado las erupciones volcánicas con sus consecuencias sobre la atmósfera.

En este río revuelto pescan personas de toda calaña, entre ellas algunas sin capacidad de análisis racional profundo de la realidad de la naturaleza, movidas por sentimientos fácilmente manipulables, con marcada tendencia a dejarse influenciar por las ideas políticamente correctas, aquellas que la ONU quiere imponer, aceptadas por las masas “gretinizadas” por los medios y las redes sociales.

[email protected]

Carlos Freile

El calentamiento de la tierra es un fenómeno del cual no es posible dudar, las evidencias se hallan al alcance de toda persona perspicaz. De hecho, con altos y bajos, se viene dando desde hace varios siglos, como se puede comprobar al leer las crónicas de los testigos de la conquista española y los diferentes testimonios conservados a partir de la llegada de la escritura a nuestros lares. Es más, los científicos aportan pruebas inamovibles de la subida global de la temperatura.

Pero no se ha demostrado que el dichoso calentamiento sea debido a la acción humana, como nos quieren hacer creer los altoparlantes de la ONU. Para ello usan el socorrido subterfugio de citar solamente a los científicos sostenedores de la tesis de que el calentamiento de la Tierra tiene un origen antropogénico; por otra parte no solo acallan, sino desprestigian y criminalizan a los hombres de ciencia contrarios a esa opinión, condenándolos al ostracismo y al silencio con actitudes más propias de los sistemas represivos de los regímenes totalitarios que de instituciones en busca del bien real de todos los seres humanos.

Dentro de los límites que todavía cercan a las ciencias del clima, los “negacionistas” (fea palabra aplicada a quienes no aceptan la responsabilidad humana en el calentamiento global, fea también porque suele aplicarse a otras negaciones perversas) han aportado con teorías plausibles y muy racionales, una de las cuales tiene que ver con el cambio del comportamiento del Sol, sobre el cual nosotros no tenemos ningún control, como es verdad de Perogrullo. Tampoco deben dejarse de lado las erupciones volcánicas con sus consecuencias sobre la atmósfera.

En este río revuelto pescan personas de toda calaña, entre ellas algunas sin capacidad de análisis racional profundo de la realidad de la naturaleza, movidas por sentimientos fácilmente manipulables, con marcada tendencia a dejarse influenciar por las ideas políticamente correctas, aquellas que la ONU quiere imponer, aceptadas por las masas “gretinizadas” por los medios y las redes sociales.

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El calentamiento de la tierra es un fenómeno del cual no es posible dudar, las evidencias se hallan al alcance de toda persona perspicaz. De hecho, con altos y bajos, se viene dando desde hace varios siglos, como se puede comprobar al leer las crónicas de los testigos de la conquista española y los diferentes testimonios conservados a partir de la llegada de la escritura a nuestros lares. Es más, los científicos aportan pruebas inamovibles de la subida global de la temperatura.

Pero no se ha demostrado que el dichoso calentamiento sea debido a la acción humana, como nos quieren hacer creer los altoparlantes de la ONU. Para ello usan el socorrido subterfugio de citar solamente a los científicos sostenedores de la tesis de que el calentamiento de la Tierra tiene un origen antropogénico; por otra parte no solo acallan, sino desprestigian y criminalizan a los hombres de ciencia contrarios a esa opinión, condenándolos al ostracismo y al silencio con actitudes más propias de los sistemas represivos de los regímenes totalitarios que de instituciones en busca del bien real de todos los seres humanos.

Dentro de los límites que todavía cercan a las ciencias del clima, los “negacionistas” (fea palabra aplicada a quienes no aceptan la responsabilidad humana en el calentamiento global, fea también porque suele aplicarse a otras negaciones perversas) han aportado con teorías plausibles y muy racionales, una de las cuales tiene que ver con el cambio del comportamiento del Sol, sobre el cual nosotros no tenemos ningún control, como es verdad de Perogrullo. Tampoco deben dejarse de lado las erupciones volcánicas con sus consecuencias sobre la atmósfera.

En este río revuelto pescan personas de toda calaña, entre ellas algunas sin capacidad de análisis racional profundo de la realidad de la naturaleza, movidas por sentimientos fácilmente manipulables, con marcada tendencia a dejarse influenciar por las ideas políticamente correctas, aquellas que la ONU quiere imponer, aceptadas por las masas “gretinizadas” por los medios y las redes sociales.

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El calentamiento de la tierra es un fenómeno del cual no es posible dudar, las evidencias se hallan al alcance de toda persona perspicaz. De hecho, con altos y bajos, se viene dando desde hace varios siglos, como se puede comprobar al leer las crónicas de los testigos de la conquista española y los diferentes testimonios conservados a partir de la llegada de la escritura a nuestros lares. Es más, los científicos aportan pruebas inamovibles de la subida global de la temperatura.

Pero no se ha demostrado que el dichoso calentamiento sea debido a la acción humana, como nos quieren hacer creer los altoparlantes de la ONU. Para ello usan el socorrido subterfugio de citar solamente a los científicos sostenedores de la tesis de que el calentamiento de la Tierra tiene un origen antropogénico; por otra parte no solo acallan, sino desprestigian y criminalizan a los hombres de ciencia contrarios a esa opinión, condenándolos al ostracismo y al silencio con actitudes más propias de los sistemas represivos de los regímenes totalitarios que de instituciones en busca del bien real de todos los seres humanos.

Dentro de los límites que todavía cercan a las ciencias del clima, los “negacionistas” (fea palabra aplicada a quienes no aceptan la responsabilidad humana en el calentamiento global, fea también porque suele aplicarse a otras negaciones perversas) han aportado con teorías plausibles y muy racionales, una de las cuales tiene que ver con el cambio del comportamiento del Sol, sobre el cual nosotros no tenemos ningún control, como es verdad de Perogrullo. Tampoco deben dejarse de lado las erupciones volcánicas con sus consecuencias sobre la atmósfera.

En este río revuelto pescan personas de toda calaña, entre ellas algunas sin capacidad de análisis racional profundo de la realidad de la naturaleza, movidas por sentimientos fácilmente manipulables, con marcada tendencia a dejarse influenciar por las ideas políticamente correctas, aquellas que la ONU quiere imponer, aceptadas por las masas “gretinizadas” por los medios y las redes sociales.

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