El triunfo de Mauricio Macri en Argentina es un cambio de rumbo y una esperanza para el pensamiento democrático latinoamericano. Él, el político, no necesitó de marchas de protesta para que se amplíe la reflexión y la crítica democrática cuando un país ya está infectado por caudillos con propuestas totalizadoras anacrónicas, a veces despóticas. Venezuela y Brasil se proyectan a una segunda condena electoral. En cambio, en Ecuador se reactivan las protestas sociales ante el anuncio de acaparar más el poder político a través de unas mal llamadas enmiendas a la Constitución. Siempre, sin opción de referéndum.
Así, las marchas del pasado 26 de noviembre pasarán a la historia como la expansión del pensamiento disidente y el relato unificado de varios micro-poderes fragmentados (cámaras empresariales, gremios de jubilados, sindicatos, subempleados, médicos, maestros, periodistas); todos, en búsqueda de la democracia inclusiva y del nuevo Estado. El Gobierno no quiere archivar las enmiendas e insiste en unilateralizar su dominio e intereses, mientras pierde de vista la dinámica del sector rural. De su lado, los dirigentes de provincia revisan las estrategias para insistir en el cierre de vías, desabastecer los mercados y humanizar la militarización en las calles y vías.
Y si Argentina demostró que se puede perder una batalla y no la guerra, la lucha continúa con mayor firmeza. Incluso el pueblo ahora sabe que se puede ganar sin ideologías. Una realidad posible cuando se trata de evitar la concentración del poder dinástico ante una feroz resistencia múltiple y dispersa. Acá, el correísmo no logra recuperar la armonía social pese a su gran propaganda, todos sus servicios de inteligencia y sus metodologías tecnocráticas. Buena parte de los sindicatos, jubilados e indígenas engrosan las filas del enemigo único goebbelsiano. Después de Argentina, la guía está dada: falta la mente del renovador, la encarnación de la reconstrucción y el discurso suelto de la resistencia.
El filósofo francés Sartre sostuvo que ‘el hombre actúa con lo que otros hombres hicieron de él’. Luego, se vino el mayo del 68 encima porque la resistencia existía. Fue y es necesaria cuando un poder se expande y quiere multiplicarse sin consultar a sus gobernados. El único límite para ese poder político es un contra poder sabio y la resistencia múltiple unida.
¡Gracias, Argentina, porque provees la guía de esperanza a los pueblos!
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