¿Borra y va de nuevo?

POR: Jorge E. Madera C.

En Ecuador los cambios en las administraciones de los GAD y de los Gobiernos Nacionales generalmente suelen ser traumáticas. Nuevas autoridades, nuevos equipos administrativos, discontinuidad de todo tipo; como que habría pasado un huracán arrasando todo. Para el colmo los nuevos suelen llegar a ver qué les han dejado, cuáles son los problemas pasados que les toca asumir, los salditos de las cuentas, ver si logran encontrar archivos y documentos para tomar las postas, las deudas impagas, la ejecución de obras en curso cuyos administradores de contratos ya no están, etc. Recrudece la situación cuando, como producto de una campaña reñida y sucia, quedaron resentimientos profundos entre competidores, con lo cual los únicos que sufrimos somos: la ciudad, ciudadanos y naturalmente los funcionarios de carrera, a quienes les toca aguantar cabizbajos.

Esto sucede cuando la institucionalidad es muy débil y se ha basado en la sola acción de personas y personajes de paso que llegan, la hacen, y se van dejando solamente problemas. Terreno ideal para la actuación y observaciones por parte de los organismos de control. Sucedería menos o el problema se atenuaría si se contara con institucionalidades muy fuertes, si el accionar de las entidades estarían basados en políticas públicas locales de largo plazo, en la planificación que haya sido producto de procesos participativos profundos, en compromisos institucionales y ciudadanos, en la transparencia, y en la ejecución de programas y proyectos que resuelvan los problemas estructurales de las localidades y el profesionalismo de la gente. En esta situación ideal, existirían procesos de transición decentes y racionales, entregando y recibiendo con beneficio de inventario; dando continuidad a las buenas cosas que deja el anterior y naturalmente iniciando la ejecución de las ofertas de campaña del que llega; respetando a las estructuras institucionales y a los funcionarios; siempre en el marco de la política pública local. Aunque el producto del proceso eleccionario fuera la reelección, la transición hacia el nuevo período debería ser aprovechada para hacer un alto, evaluar, arreglar, re direccionar y continuar.

Los ecuatorianos pensamos que la vida del país toma nuevos rumbos solamente cuando cambiamos Presidente y cuerpo legislativo. Nada más incompleto que pensar así pues la vida de los ciudadanos ocurre en las localidades donde existen los Gobiernos “autónomos” locales en tres niveles: provincial, municipal y parroquial, donde la responsabilidad de estas autoridades es muy grave, y donde precisamente todavía encontramos a muchos mini caudillos que los manejan como hacienda propia sin rendir cuentas a nadie y quieren permanecer eternamente. Es allí donde, como producto de los cambios de gobierno local, los “borra y va de nuevo” se vuelven tóxicos.