Balance provisional

Carlos Freile

Pasados unos días del octubre negro vivido por los ecuatorianos bien vale la pena detenerse un momento a elaborar un somero balance desde el punto de vista de un modesto hombre de la calle, que ha vivido siempre de su trabajo, dedicado a colaborar con la juventud en la construcción de su personalidad y de una patria más vivible. Tocaré tres puntos, ejes de todos los demás.

En el aspecto institucional casi hemos retrocedido a una etapa de anarquía pre-estatal, pues un grupo minoritario (más allá de que haya tenido razón o no) impuso sus condiciones sin respetar las normas de convivencia democrática, de manera violenta y sin paliativos. Los ciudadanos de a pie tememos que dentro de poco, cuando se den “las condiciones objetivas” (conste que no digo “si se dan”), el chantaje impositivo se repetirá, y volverán a ganar los violentos, pues no vemos quien los podrá o querrá frenar.

En el ámbito económico el panorama es estremecedor, no se ve la luz al final del túnel, los señores que se movilizan en avionetas privadas o en vehículos de gran potencia, seguirán en lo suyo; el empleo no crecerá, antes al contrario; las inversiones volverán a alejarse a escenarios más amigables y seguros, en donde no exista el miedo a destrucciones vandálicas que acaban con planificaciones y esfuerzos de años.

Una faceta de las convulsiones no se debe pasar por alto: la educación de nuestras nuevas generaciones. Por una parte hemos constatado el resultado de la inundación de odio y revanchismo en ciertos cuerpos sociales, basados en teorías obsoletas que en la práctica no han aportado nada al auténtico progreso de la humanidad.

Por otra, hemos asistido a la indiferencia de muchísimos jóvenes que no se involucran en nada, ven los toros de lejos y tal vez confían o en sumarse al bando vencedor o en emigrar, cuando no se suman a los profetas de la desmembración del país, no importa con qué nombre se la disfrace. Valdrá la pena poner en tela de juicio los fundamentos reales de nuestro sistema educativo y hacia donde lleva a los ecuatorianos.

[email protected]

Carlos Freile

Pasados unos días del octubre negro vivido por los ecuatorianos bien vale la pena detenerse un momento a elaborar un somero balance desde el punto de vista de un modesto hombre de la calle, que ha vivido siempre de su trabajo, dedicado a colaborar con la juventud en la construcción de su personalidad y de una patria más vivible. Tocaré tres puntos, ejes de todos los demás.

En el aspecto institucional casi hemos retrocedido a una etapa de anarquía pre-estatal, pues un grupo minoritario (más allá de que haya tenido razón o no) impuso sus condiciones sin respetar las normas de convivencia democrática, de manera violenta y sin paliativos. Los ciudadanos de a pie tememos que dentro de poco, cuando se den “las condiciones objetivas” (conste que no digo “si se dan”), el chantaje impositivo se repetirá, y volverán a ganar los violentos, pues no vemos quien los podrá o querrá frenar.

En el ámbito económico el panorama es estremecedor, no se ve la luz al final del túnel, los señores que se movilizan en avionetas privadas o en vehículos de gran potencia, seguirán en lo suyo; el empleo no crecerá, antes al contrario; las inversiones volverán a alejarse a escenarios más amigables y seguros, en donde no exista el miedo a destrucciones vandálicas que acaban con planificaciones y esfuerzos de años.

Una faceta de las convulsiones no se debe pasar por alto: la educación de nuestras nuevas generaciones. Por una parte hemos constatado el resultado de la inundación de odio y revanchismo en ciertos cuerpos sociales, basados en teorías obsoletas que en la práctica no han aportado nada al auténtico progreso de la humanidad.

Por otra, hemos asistido a la indiferencia de muchísimos jóvenes que no se involucran en nada, ven los toros de lejos y tal vez confían o en sumarse al bando vencedor o en emigrar, cuando no se suman a los profetas de la desmembración del país, no importa con qué nombre se la disfrace. Valdrá la pena poner en tela de juicio los fundamentos reales de nuestro sistema educativo y hacia donde lleva a los ecuatorianos.

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Carlos Freile

Pasados unos días del octubre negro vivido por los ecuatorianos bien vale la pena detenerse un momento a elaborar un somero balance desde el punto de vista de un modesto hombre de la calle, que ha vivido siempre de su trabajo, dedicado a colaborar con la juventud en la construcción de su personalidad y de una patria más vivible. Tocaré tres puntos, ejes de todos los demás.

En el aspecto institucional casi hemos retrocedido a una etapa de anarquía pre-estatal, pues un grupo minoritario (más allá de que haya tenido razón o no) impuso sus condiciones sin respetar las normas de convivencia democrática, de manera violenta y sin paliativos. Los ciudadanos de a pie tememos que dentro de poco, cuando se den “las condiciones objetivas” (conste que no digo “si se dan”), el chantaje impositivo se repetirá, y volverán a ganar los violentos, pues no vemos quien los podrá o querrá frenar.

En el ámbito económico el panorama es estremecedor, no se ve la luz al final del túnel, los señores que se movilizan en avionetas privadas o en vehículos de gran potencia, seguirán en lo suyo; el empleo no crecerá, antes al contrario; las inversiones volverán a alejarse a escenarios más amigables y seguros, en donde no exista el miedo a destrucciones vandálicas que acaban con planificaciones y esfuerzos de años.

Una faceta de las convulsiones no se debe pasar por alto: la educación de nuestras nuevas generaciones. Por una parte hemos constatado el resultado de la inundación de odio y revanchismo en ciertos cuerpos sociales, basados en teorías obsoletas que en la práctica no han aportado nada al auténtico progreso de la humanidad.

Por otra, hemos asistido a la indiferencia de muchísimos jóvenes que no se involucran en nada, ven los toros de lejos y tal vez confían o en sumarse al bando vencedor o en emigrar, cuando no se suman a los profetas de la desmembración del país, no importa con qué nombre se la disfrace. Valdrá la pena poner en tela de juicio los fundamentos reales de nuestro sistema educativo y hacia donde lleva a los ecuatorianos.

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Carlos Freile

Pasados unos días del octubre negro vivido por los ecuatorianos bien vale la pena detenerse un momento a elaborar un somero balance desde el punto de vista de un modesto hombre de la calle, que ha vivido siempre de su trabajo, dedicado a colaborar con la juventud en la construcción de su personalidad y de una patria más vivible. Tocaré tres puntos, ejes de todos los demás.

En el aspecto institucional casi hemos retrocedido a una etapa de anarquía pre-estatal, pues un grupo minoritario (más allá de que haya tenido razón o no) impuso sus condiciones sin respetar las normas de convivencia democrática, de manera violenta y sin paliativos. Los ciudadanos de a pie tememos que dentro de poco, cuando se den “las condiciones objetivas” (conste que no digo “si se dan”), el chantaje impositivo se repetirá, y volverán a ganar los violentos, pues no vemos quien los podrá o querrá frenar.

En el ámbito económico el panorama es estremecedor, no se ve la luz al final del túnel, los señores que se movilizan en avionetas privadas o en vehículos de gran potencia, seguirán en lo suyo; el empleo no crecerá, antes al contrario; las inversiones volverán a alejarse a escenarios más amigables y seguros, en donde no exista el miedo a destrucciones vandálicas que acaban con planificaciones y esfuerzos de años.

Una faceta de las convulsiones no se debe pasar por alto: la educación de nuestras nuevas generaciones. Por una parte hemos constatado el resultado de la inundación de odio y revanchismo en ciertos cuerpos sociales, basados en teorías obsoletas que en la práctica no han aportado nada al auténtico progreso de la humanidad.

Por otra, hemos asistido a la indiferencia de muchísimos jóvenes que no se involucran en nada, ven los toros de lejos y tal vez confían o en sumarse al bando vencedor o en emigrar, cuando no se suman a los profetas de la desmembración del país, no importa con qué nombre se la disfrace. Valdrá la pena poner en tela de juicio los fundamentos reales de nuestro sistema educativo y hacia donde lleva a los ecuatorianos.

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