Alianza

Ya hacen años que apunte en la crónica del diario una conversación que nutrió la admiración y el respeto a la condición humana de un hombre que a pulso ha reflejado su intelecto, honestidad y trabajo férreo al servicio de todos; más al fondo la complicidad de ciertos artificios eran coincidentes: el gusto por la literatura el más ferviente.


En una reunión que merecía el reconocimiento por haber sido personaje público del año, su madre –delicada por su quebranto de salud- presenció una fila interminable de amigos, parientes, hermanos, cercanos, súbditos, seguidores, que abrazados felicitamos el papel destacado de Edgar Jiménez Sarzosa, fue esa ocasión donde parafraseó el otro poema de los dones de Borges -lo rememoro- no puede exigirse una verdad más noble que esta “el arte de la amistad”.


Su vida pública ha merecido el elogio y el reconocimiento general, tan así que su humanismo lo ha mantenido intacto en su ejercicio periodístico como columnista, un entendido en la construcción ética de la opinión pública; como lector empedernido y sensible, como escritor y hasta editor ha impulsado creaciones y valores destacados que suman el aporte bibliográfico de su ciudad y de la provincia.


Decir Jiménez Sarzosa es decir Pujilí, es describir el talento de un cantón con raigambre e identidad, si citamos la literatura viva de este lar hablamos del ser humano que afectuoso rememora desde su escritura su terruño y su esteta.


Lo vulnerable del ser humano nos orilla muchas de las veces a emprender nuevos retos, las zancadas son más profundas, más largas e inalcanzables para los detractores, ese esfuerzo merece el apoyo de la lealtad, no hay otro recato.


Hace un par de años revise un inédito, una suerte de poemario y relato corto, un puñado de vivencias y testimonios con esa misma patria, la juventud de Jiménez; sentados a la tertulia hablamos por horas en un homenaje póstumo a Gabriel García Márquez, los contertulios escuchamos el legado del vallenato en el realismo mágico que identifico al Nobel colombiano.