Al desnudo

Convencidos de ser herederos de una maravillosa sociedad formada en un espléndido territorio compuesto de paisajes y naturaleza propia e inigualable, donde solo los más distinguidos teníamos la dicha de nacer y vivir en tan hermoso lugar del planeta que, a pesar de ser pequeño geográficamente contiene las cuatro regiones naturales a las que se puede llegar en cuestión de horas y con el mínimo esfuerzo; además, su bonanza de productos de la mejor calidad con la abundancia que solo los privilegiados pueden tener. A esto se ha sumado la identidad del ecuatoriano trabajador, honesto, pacífico y sobre todo perseverante, tal el caso de obtener una medalla de oro en marcha atlética, en 1996, o el campeonato mundial de ajedrez en Grecia por Carla Heredia; es decir, vivíamos en un momento y espacio digno de vivir, y todo lo que nos rodeaba se generaba para nuestro bienestar y surgimiento. Por supuesto, nunca sufrimos una guerra o acontecimiento que nos moviese el piso para recapacitar, hemos tenido sucesos de angustia y dolor que no han pasado más allá de una reflexión y esfuerzo para reanudar la habitualidad. Lamentablemente, esto hizo que el escenario político se convierta en un antro de corrupción y descaro, totalmente fuera del origen para la que fue creada, como lo definió Aristóteles, dejando al desnudo la viveza y aprovechamiento de ocupar espacios públicos para beneficiarse haciendo lo que a bien quieren, olvidándose que está en riesgo vidas humanas y hasta de sus propios familiares, hurtar las arcas del Estado, pagar sobreprecios en la construcción de edificaciones o lo último, el negociado de ciertas autoridades del IESS en los insumos médicos en plena pandemia con un justificativo que sobrepasa el descaro; todo esto y más ha hecho que el coronavirus deje al descubierto el modus de vida y su comportamiento del ecuatoriano.