Yadira C. Torres
La existencia de actos de maldad invita a reflexionar sobre la carencia de parámetros morales o sentimientos en el hombre, actos cometidos contra sus semejantes, animales o ambiente.
Si el medio en el que nos desarrollamos es tranquilo, nos cuesta aceptar la existencia de asesinos, ladrones, torturadores, psicópatas, entre otros.
Nos estamos desenvolviendo en un ambiente en que la inseguridad va tomando cuerpo, robos, asaltos, secuestros; que en su mayoría no son denunciados por temor a represarías. No faltan los políticos aprovechados que manipulan o quebrantan la norma.
Hace pocas semanas, veíamos en redes sociales publicaciones que pretendían denigrar a una persona por el hecho de no concordar con su pensamiento y sentir, con la construcción de la vía de tres carriles Loja-Catamayo; conducta que, además de intolerante y cobarde, dejó al descubierto la admiración por la violencia y por atraer el morbo.
El último caso de violencia contra un animal que se produjo en el barrio Época, conmocionando a gran parte de la sociedad, que absorta ve cómo poco y nada se avanza contra la erradicación de este tipo de violencia, como tampoco se logra aprobar la Ordenanza de implementación de un sistema de control municipal de la fauna urbana del cantón Loja, misma que garantice los principios animalistas. No se necesita ser activista para sentirse afectado con el dolor y tortura de un ser vivo, se necesita ser humano.
Quien tolera o acepta la maldad acaba siendo cómplice de la misma. Conviene tener claras estas ideas cuando estemos alrededor de actos de maldad y envilecimiento. Haga usted en conciencia una lista de los que hoy, de los de detrás del poder, de los que actúan causando daño, sufrimiento y dolor al pueblo.
A pesar del mal, el bien siempre supera con creces al mal. (O)