Intrascendencia de Tiwintza

Triste, el destino del kilómetro cuadrado de Tiwintza ofrecido por Perú al Ecuador, con la característica “nuda propiedad” en la fórmula de arreglo para la paz del dolorosamente célebre año 1998, que puede muy bien pasar a la historia con el nombre “año de Mahuad” o “año de Tiwintza”.

Lamentable, ese destino, porque nadie sabe a quién sirve y para qué sirve ese pedazo de selva. Salvo que si está probado que es útil para discursos de la más baja ralea, de populistas aferrados a viejos odios que les dan dividendos propios de xenófobos, de nacionalistas incultos, de hermanos enemigos de los hermanos.

Tiwintza fue el nombre de un accidente geográfico escogido por el Presidente Fujimore para desviar la atención del verdadero problema, que era toda la zona del Cenepa y la falta del divortium acuarum Zamora Santiago. Presionados por los Estados Unidos, los negociadores ecuatorianos aceptaron encuadrarse no sólo en el espíritu, sino en el marco del Protocolo de Río de Janeiro de 1942. Ecuador dijo adiós a la posibilidad de beneficiarse con una Reunión de Cancilleres, como la que se obtuvo en 1981, y a toda negociación más o menos válida.

Principalizado el destacamento de Tiwintza, el entonces presidente peruano Alberto Fujimori obtuvo que la mirada internacional se dirigiera a tal accidente geográfico. Hubo quienes le previnieron al presidente Mahauad sobre esa maniobra del presidente Fujimori. Yo estuve entre ellos y en el archivo de la Presidencia hay dos cartas mías al respecto.

Nada mejor para el Perú que la gran tontería de Mahuad al fijar Tiwintza como el punto básico de la controversia. A las Fuerzas Armadas del Perú les vino muy bien la fórmula que les permitió llevarse miles de kilómetros de nuestro territorio soberano y reconocer, a cambio, un kilómetro de “nula propiedad”. Se trata de un cementerio sin muertos gloriosos ni vergonzantes.

Sin embargo, no digo esto para echar sal en la herida, pues muchos ecuatorianos fuimos opuestos a la solución adoptada, pero fuimos y somos partidarios de la paz. Ojalá algún día, ese kilómetro al que le faltan cadáveres para convertirse en cementerio, se transforme en un sitio donde se elija un monumento a la paz y a la conservación del ambiente.

Así tendrá sentido que hablemos de Tiwintza a los dos lados de la frontera, con lenguaje distinto al de los populistas irresponsables que encienden las pasiones más bajas en su lucha por los votos menos calificados de sus seguidores más incultos.

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