La revolución ciudadana

Es inédito el experimento socializante por el que pasa el Ecuador con el presidente Correa. Nadie antes se atrevió a desafiar con tanto éxito a los poderes fácticos empozados en la banca, los medios de comunicación –en especial, la televisión-, los organismos financiaros internacionales, las “fuerzas vivas” de Guayaquil y la vetusta partidocracia.

Nadie tampoco tuvo tanta suerte para tener de su lado a todos los instrumentos oficiales del poder: Congreso, tribunales y organismos de control. Y de yapa, a las fuerzas armadas.

Correa tuvo el acierto de sintonizar la onda histórica de un país al borde de un ataque de rabia, hastiado por tanta corrupción, desengaño y traición. Hizo su aparición en el momento preciso y supo identificar a los anatemas populares que había que batir.

Sin embargo, si se analiza en una perspectiva global el efecto Correa, habrá que admitir que tras la recia carga anti-demonios de su gobierno -razón y fuente del inusitado respaldo que goza- hay una suerte de improvisación propositiva que genera incertidumbres, que se están apilando en el saco común de las aspiraciones comunales: la Constituyente, invocada como la salvación nacional de los males pasados, presente y futuros.

Parece de Pero Grullo decir que esta “revolución ciudadana” avanzará en el camino al socialismo hasta el límite de tolerancia del sistema capitalista.

Las buenas intenciones de Correa y su decisión de entrega a nobles ideales, deberían estar soportadas en una movilización popular conciente de la necesidad de un cambio estructural, no de simples maquillajes, para que sea el motor revolucionario lo suficientemente fuerte para resistir y vencer a la arremetida reaccionaria que apenas ha despertado.

¿Qué pasará cuando el gobierno agote los adulos a los militares? ¿O cuando la argolla financiera internacional estrangule la economía casera?

Éxitos revolucionarios no son los pocos puntos que se bajen a las tasas chulqueras, ni el movimiento al socialismo son las masas caldeadas con confrontaciones baladíes. ¿O será eso el socialismo del siglo 21?

Había una vez un concepto diferente de revolución. Sin embargo, los viejos camaradas que sabían ese cuento, están embobados creyendo que el Ecuador avanza al socialismo con Correa.

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