En este día especial para el mundo católico, que rememora la muerte de Cristo, es necesario meditar y reflexionar ¿qué es lo que le pasa al país, para atravesar esta crisis tan profunda en todos sus aspectos? La culpa es de la irresponsabilidad de todos nosotros que no hemos superado una educación deficiente carente de valores.
Debemos actuar desde hoy basados en valores que son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia. Surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en las distintas épocas.
Si practicáramos al menos estos tres que voy a señalar, tendríamos una sociedad más justa y por ende desarrollada. En primer lugar está la dignidad. Reconocer la suprema dignidad del ser humano, expresada en su libertad. El valor de la persona humana está por encima de todo. La persona es fin, lo demás es medio. Es inmoral tratar a las personas como medios sin importar los pretextos que se usen.
La tolerancia es un valor esencial, porque significa que aceptamos con respeto a las personas aunque tengamos una opinión diferente. La tolerancia significa que no podemos usar la fuerza para imponer nuestras opciones a los otros, sino que expresamos el respeto a su dignidad recurriendo al diálogo y al trato fraternal para zanjar nuestras diferencias. La tolerancia es la única manera de tener una coexistencia pacífica, porque el respeto al derecho ajeno es la paz.
La solidaridad es el nuevo nombre de la caridad. Creemos que la solidaridad es un acto voluntario por el que nos apoyamos los unos a los otros para poder enfrentar la vida juntos, de un modo fraternal. Una sociedad donde haya riqueza y abundancia nos puede permitir ser más solidarios, porque quien posee más puede apoyar más con sus recursos.
Hay un camino aún mejor para la solidaridad: establecer una sociedad libre y próspera, donde nadie necesite y todos posean en abundancia. Tal debe ser nuestra meta de sociedad.
Ya existen naciones en el mundo donde se ha desterrado la pobreza y no existen mendigos; queremos que nuestro país sea una de ellas. Los resistentes rechazamos la solidaridad impuesta porque eso NO es solidaridad, porque irrespeta el valor de la persona humana que afirma apoyar.
Ser solidario es una actitud que debe brotar del corazón de las personas y no puede ser algo obligado por la fuerza de las armas y de las leyes.