La delincuencia crece en el País al mismo ritmo que los abrojos en el campo y las medidas para frenarla no se toman con la prontitud ni oportunidad requeridas. La prohibición de que más de una persona circule en cada motocicleta nos parece poco efectiva cuando los ladrones y asesinos no únicamente emplean este medio de transporte para cometer sus fechorías. Se requiere una serie de acciones a mediano y largo plazo para disminuir los delitos en toda la nación.
Lo correcto sería partir de la educación en valores que debe otorgarse a los niños en el nivel inicial, solución que llevaría algún tiempo, debido a que la mayor parte de nuestros niños provienen de hogares que no son tales, porque generalmente no hay pareja, siendo única mente la madre la que tiene que afrontar la conducción del elemento básico de la sociedad. A esto agréguese que algunas progenitoras tienen descendencia de diferentes padres y el que algún rato las acompaña no persigue otro objetivo que la satisfacción sexual. En otros casos -como ocurre en ciertos barrios de Esmeraldas- son los padres los que aprovechan a sus hijos para el expendio de drogas prohibidas.
Muchos de los planteles de todos los niveles tienen entre sus filas a estudiantes dedicados a este comercio ilícito. La lucha de los maestros por inculcar buen comportamiento general es ardua y no puede alcanzar el éxito en tiempo corto. En Esmeraldas podría disminuir algo la delincuencia si se abrieran las calles de los barrios lacustres al ancho normal, para que los patrulleros de la Policía puedan llegar directamente hasta el río y los estrechos callejones no faciliten el escape de los maleantes. Otro asunto que debe tomarse en cuenta es el ningún control sobre las cantinas y salones de expendio de bebidas alcohólicas, que funcionan hasta cuando se les antoja y son el refugio cotidiano de los desadaptados.
Los constantes asaltos a los ciudadanos y a la propiedad privada exigen, además, que los militares coadyuven con la Policía en la represión del delito para garantizar la tranquilidad general. Lo dicho es parte de la represión, pero no debemos olvidar que la falta de trabajo, el peculado no sancionado y el injusto reparto de la riqueza nacional son un incentivo poderoso para el desbordamiento delincuencial y a este particular hay que prestarle especial atención si es que no se quiere que esta Provincia y el País se vayan a la punta de un cuerno.