Una ola de viento putrefacta, la sospecha de un muerto

UBICACIÓN. Este lugar es el antiguo desembocadero de la Industrial Algodonera.
UBICACIÓN. Este lugar es el antiguo desembocadero de la Industrial Algodonera.

En el barrio perdido, una ola al viento, caliente y putrefacta despierta la imaginación de los vecinos. La imaginación es poderosa tanto como la palabra. Los olores evocan lugares, reviven emociones o como esta vez, conjeturan la presencia de la muerte.

Entonces, la palabra crea lo que el olor evoca. Son las doce del mediodía, los vecinos llaman al número de emergencias. Marcan el nueve, uno, uno: “ECU911, ¿cuál es su emergencia?”, dicen del otro lado.

“Parece que en el barrio hay un muerto”, dice la vecina, que el olor es muy fuerte, que hace 15 días no ven al chico que vive en el túnel.

Esta ciudad no es muy grande, pero llegar al barrio perdido no es tan fácil. Los vecinos dan las explicaciones. La calle es Miguel Campodónico y pasaje Ignacio Carrión, pero es más práctico decir: “en Cashapamba, del excamal a la izquierda, en los altos de El Socavón”.

Son las doce con veintidós, llegó la policía, los bomberos y la prensa. “Hace como 15 minutos que los policías entraron por el túnel y no vuelven”, dice Belén Paredes, la mujer vino al barrio hace dos días, pero su padre Carlos Paredes vive aquí hace 40 años.

Belén es amable y alegre, está arrimada a una malla metálica que separa la casa de su padre del antiguo desembocadero de la Industrial Algodonera, en dónde está un tanque que antes se llenaba de aguas servidas.

Ahora el tanque conduce a un túnel que según los vecinos es el ‘departamento’ de un hombre que lo habita desde hace cuatro meses. Del nuevo ‘vecino’ no se sabe el nombre. Cuentan que no tiene más de 30 años.

Se dice que trabajaba en los buses entregando papelitos en los que escribió que es sordomudo, a cambio le dan monedas. Belén dice, “eso nos contaron, pero por aquí, todas las mañanas pasaba saludando, iba a comprar el pan y volvía”.

El sol del mediodía pega fuerte. Los bomberos y policías se demoran en volver. Es que el túnel es largo. Todos están alerta. Algunos esperan que el muerto sea una falsa alarma. Otros rezan porque el olor no venga de un perro muerto y que del hueco salga un cadáver. Cada quien tiene sus intereses.

Cuando es la una de la tarde, aparecen al fin. No hay perros, ni cadáveres. La alarma es falsa, confirma Wilson Ortiz, sargento del Grupo de Operaciones Especiales (GOE).

Recorrieron 800 metros, como caminar del parque Cevallos al Cementerio Municipal a oscuras. No encontraron nada o casi nada. Solo colchones, ropas viejas, botellas y la constancia que en ese túnel consumían drogas.

Es la una con diez, los vecinos sirven vasos de jugo de tomate, es que el sol pega fuerte y los policías, los bomberos y los periodistas parecen agotados.

En el barrio perdido se siguen preguntando por su ‘vecino’ que está desaparecido. Al menos saben que la ola al viento, caliente y putrefacta no es de un muerto. La imaginación es poderosa tanto como la palabra. (APQ)

EL DATO
Los vecinos piden a las autoridades más atención al barrio.