Una jueza británica deniega la libertad condicional a Assange por riesgo de fuga

(Foto: EFE)
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La jueza británica Vanessa Baraitser denegó hoy la libertad condicional al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, al considerar que presenta riesgo de fuga, a pesar de haber rechazado previamente su extradición a Estados Unidos por motivos de salud.

Al anunciar su decisión en la Corte de Magistrados de Westminster, la jueza señaló que Assange «todavía no ha ganado su caso», dado que EE.UU. recurrirá el fallo contrario a la entrega, y «tiene un incentivo para fugarse» hasta que concluya ese proceso.

Baraitser dijo que el australiano de 49 años, que sufre depresión y otras dolencias tras diez años confinado en el Reino Unido, «ha demostrado» repetidas veces que es capaz de huir de la Justicia aunque haya «estrictas condiciones» de control.

La decisión de la jueza significa que Assange, que estaba presente en la sala, permanecerá en prisión provisional en la cárcel londinense de Belmarsh mientras avanza su proceso judicial.

En la vista de hoy para determinar si podía salir en libertad condicional, Baraitser aceptó los argumentos en contra de la fiscal Clair Dobbin, en representación de la Justicia estadounidense, que alegó que el informático ha probado en el pasado que es capaz de «llegar a extremos extraordinarios» para evitar su extradición.

La jueza descartó la posición de la defensa, que proponía que su cliente saliera de la cárcel y pasara a estar «efectivamente bajo arresto domiciliario», en un domicilio londinense con su pareja, Stella Morris y los dos hijos de ambos, con una fianza económica y «cualquier otra condición que dispusiera el tribunal».

La decisión de este miércoles supone un duro golpe para Assange y su familia, además de sus miles de seguidores en todo el mundo, que por primera vez veían la posibilidad de que dejara su encierro.

El pasado lunes, Baraitser rechazó, al constatar riesgo de suicidio, la extradición del ex «hacker» a EE.UU., que lo reclama para procesarle por 18 presuntos delitos de espionaje e intrusión informática por las revelaciones de su portal digital WikiLeaks, penados con hasta 175 años de cárcel en ese país.

Aunque aceptó las amenazas para su salud de una eventual entrega, la jueza descartó el resto de los argumentos de la defensa, que adujo, entre otras cosas, que los cargos tenían «motivaciones políticas» y que no tendría un juicio justo en ese país.

Julian Assange, el activista que ha dedicado su vida a contar su verdad

Como activista informático o periodista, Julian Assange ha dedicado buena parte de su vida adulta a difundir secretos de Estado y empresariales, sobre todo, a través de su portal digital WikiLeaks, lo que le ha costado la salud y la enemistad de potencias como Estados Unidos.

Assange, que ha pasado más de una década confinado en el Reino Unido sin haber sido condenado por ningún delito, debe continuar en prisión después de que la Justicia británica denegase este miércoles la libertad condicional por riesgo de fuga.

El periodista confiaba en poder salir en libertad condicional después de que una jueza británica rechazara el lunes su entrega a EE.UU., que le acusa de espionaje, por su frágil salud mental.

Aquejado de depresión y con tendencias suicidas, el australiano de 49 años no podrá estar con su pareja, Stella Moris, y sus dos hijos pequeños, nacidos cuando estaba refugiado en la embajada de Ecuador en Londres para evitar su extradición a Suecia.

Nacido en Townsville (Australia) el 3 de julio de 1971, su figura, de tez pálida y característico pelo blanco, continúa siendo un misterio incluso para sus colaboradores, que le describen como carismático e inteligente pero imprevisible, más ahora con sus facultades deterioradas.

El informático, de quien se dice que en sus buenos tiempos dedicaba horas a su trabajo sin asearse, comer o dormir, tuvo una infancia nómada en Australia, donde su madre, la artista Christine Ann, cambiaba constantemente de residencia escapando del padre de su hermano menor, de quien reclamaba la custodia.

En su juventud, fue procesado en ese país por delitos informáticos al acceder, con su grupo International Subversives, a sistemas protegidos de organismos oficiales, pero salió airoso con una mera multa al valorar el juez que sus actividades respondían a la curiosidad y no a fines delictivos.

Aún adolescente, se casó con una chica con la que en 1989 tuvo un hijo, Daniel Assange, ahora diseñador de software, cuya custodia acabaron compartiendo después de separarse.

Durante los juicios en Londres se ha indicado que podría tener más hijos, cuyas identidades se desconocen.

A mediados de los años noventa, Assange trabajó como programador de software libre, en programas de encriptado para Linux, y colaboró en el libro «Underground: Tales of Hacking, Madness and Obsession on the Electronic Frontier», de Suelette Dreyfuss (1997), donde expuso su filosofía de no dañar los sistemas informáticos a los que se accedía.

Tras estudiar matemáticas y física en la Universidad de Melbourne (aunque no se licenció), en 2006 cofundó WikiLeaks con la misión de exponer información gubernamental que, en su opinión, debería estar al alcance de los ciudadanos.

Saltó a la luz pública cuando en abril de 2010 WikiLeaks difundió un polémico vídeo en el que soldados de EEUU disparaban a civiles en Irak en 2007, y posteriormente esos 250.000 cables diplomáticos que abochornaron a líderes mundiales.

Durante los últimos años no ha dudado en enfrentarse a los poderes fácticos para cumplir su objetivo de difundir sus secretos turbios, al tiempo que ha denunciado una persecución de EE.UU. y sus aliados en Suecia para silenciarle.

Después de que Ecuador le retirara en 2019 el asilo que le concedió en 2012 para evitar su entrega al Estado sueco, Assange se enfrentó a su peor pesadilla, al ser detenido a petición de Estados Unidos, que le imputa 18 delitos de espionaje e intrusión informática por las revelaciones de su portal.

La esperanza de su equipo y sus miles de seguidores es que la nueva Administración estadounidense de Joe Biden retire los cargos en su contra, que sus abogados dicen que son de carácter político y que, de prosperar, socavarían la labor periodística en todo el mundo. EFE