“No volví con mi expareja por temor a ser asesinado’

“Tenía apenas 16 años, cuando me comprometí con un hombre de 24. Convivimos cinco años, pero en ese lapso hubo más momentos de violencia que de amor y felicidad.

Los celos de mi expareja hacían que constantemente peleáramos, aunque vivíamos en casa de mis padres, él se ganó la confianza y el cariño de mi madre y hermanos, pero aprovechaba los momentos en que estábamos solos para empezar la pelea verbal que terminaba a golpes, sólo que los puños eran en cualquier parte del cuerpo menos en el rostro.

Los problemas se originaban hasta por saludar a un amigo. Recuerdo que una vez al salir del trabajo y mientras me dirigía al hogar, un amigo del barrio me extendió la mano para saludarme; mi exmarido me iba siguiendo sin lo que yo lo notara, al ver la escena me cayó a patadas y puños en media calle. Llegué llorando donde su mamá pero nunca le comenté las razones de mi llanto.

Mi silencio era para evitar enfrentamientos entre mis hermanos y mi pareja. Pero el maltrato sicológico y físico cada vez se agudizaba más, hasta que llegó el momento de elevar mi voz y responder con violencia a los ataques.

El acabose de la relación se dio una vez que le daba de lactar a nuestro hijo, y un cuñado se me acercó a preguntar algo, en ese momento me golpeó porque dejé ver el seno y se formó la trifulca que desencadenó en la separación definitiva. Aunque después me pedía perdón para regresar, no acepté por temor a ser asesinada”.

Jenith Ortiz, separada de la violencia.