No hay pretexto para no leer

No hay pretexto para no leer
Pasión. Entre libros y música Jorge Velasteguí pasa sus días.

Música con el clásico sonido de la aguja recorriendo el disco se puede escuchar todos los días en este lugar, desde los Fabulosos Cadillacs hasta Rubén Blades suenan en esta tienda que tiene aroma a historia.


Varias perchas con cientos de libros y revistas se encuentran en las paredes, al fondo acetatos de colores están pegados, la puerta del baño ha sido forrada con una tela típica de los años 80 que contiene varias ilustraciones.


En la cúspide de las estanterías se encuentran radios, lámparas y un telescopio antiguo, en la paredes de al frente varias marionetas se encuentran en fila.


Este lugar que se asemeja a la biblioteca de una casa es una tienda de libros, revistas y discos usados, cuyo propietario es Jorge Velasteguí de 46 años, él nació en Ambato y es un apasionado de los libros usados, antigüedades y cosas de colección.


Velasteguí cuenta que justo en esta mañana salió de su turno, pues trabaja como chofer de ambulancia en un subcentro de la ciudad. Él es de los hombres apasionados por sus ocupaciones y divide su tiempo entre su trabajo formal y el local que abrió hace más de un año.


Pero esta no es la primera vez que tiene un negocio de este tipo, pues hace 18 años ya montó uno similar en las calles Cuenca y Martínez. “Por la situación económica del país en 1999 quebré y tuve que buscar un nuevo sitio para tratar de seguir con lo que me gusta”, confiesa.


Quito se convirtió en su nuevo centro de operaciones, en esta ciudad le fue mejor y logró abrir tres locales especializados en libros usados. “Había más cantidad de gente que llegaba hasta el local, calculo que llegué a tener más de 20 mil libros”, cuenta.


Pero lo construido se desmoronó debido a una crisis familiar por la que pasó, apenas se quedó con una pequeña tienda que terminó sin libros con el tiempo. “Ya no había capital para seguir invirtiendo y opté por cerrar el local, esto fue en el 2001 y regresé al trabajo de la juventud, recorriendo escuelas en todo el país para vender libros”, asegura.


A pesar de lo ocurrido, no dejó a un lado su afición y confiesa que siempre tenía pendiente el regresar a tener una tienda.


Regresó a Ambato y con su nuevo trabajo comenzó a cristalizar su afición e inició con un pequeño puesto de libros en la entrada de la casa de su hermano frente a la Universidad Técnica en Huachi.


“Ponía el tablero en la vereda prácticamente, cuando salía del trabajo me dirigía hacia allá, así comencé de nuevo, estuve ahí casi un año, de a poco fui adquiriendo un stock”, asegura.


Cuando consiguió capital decidió abrir su actual local en la Rocafuerte y Lalama, aquí el ambiente y la atención que brinda son las de un apasionado por la música y lectura.


Sabe exactamente en donde puso los libros y tiene un código en cada texto que lo ayuda a saber el precio. “He tenido buena acogida, creo que es un lugar único donde se puede cambiar, vender y comprar libros usados”, afirma.


Velasteguí consigue los textos de diversas formas, pues hay desde quienes llegan al local con cartones o fundas y quienes lo llaman para que los visite y se lleve los libros de los cuales buscan deshacerse por motivo de viaje, cambio de ciudad o falta de espacio.


El salir en búsqueda de nuevos textos resulta toda una aventura para él, aquí debe revisar lotes enteros de libros, lo que compara con la búsqueda de un tesoro.


“Cuando voy a comprar es como si un niño entrara a una tienda de juguetes, es emocionante el no saber con que te vas a encontrar”, asegura.


Confiesa que en varias ocasiones su familia y amigos le dijeron que el irse por el camino de los libros no resultaría rentable. “Es pasión, una vez les dije que talvez los libros no me hagan millonario, pero quiero vivir y morir entre libros”, afirma.


Se ha topado con varios textos importantes y de colección, entre ellos la primera edición en francés de los viajes de Charles de la Condamine a Ecuador, ejemplar que fue adquirido de inmediato por un coleccionista de Quito.


Jorge asegura que entre sus clientes más asiduos están los jóvenes de los cuales ha aprendido mucho. “Es una sorpresa encontrarse con muchachos que conocen bastante de literatura y hasta me enseñan, a uno le da gusto de conversar con gente así”, señala.


Cuenta que ha podido comprobar la frase: “Cuando muere el sicólogo o el abogado al siguiente día la esposa vende los libros”.


“Es un hecho que realmente pasa, no se por qué. En una ocasión un abogado de Quito falleció, su esposa me llevó hasta la casa para venderme sus libros, tenía una sola vitrina pero con buenos textos, yo le pregunté si tenía más y me contó que había tenido alrededor de 10 mil libros, pero que su esposo había pedido que lo entierren con ellos”, señala.


Velasteguí sigue atendiendo a sus clientes con el entusiasmo y alegría de un apasionado de los libros que busca que otros también se enamoren de las letras. (AVI)