Todos los años, cientos de quiteños salen el 31 de diciembre a las calles con caretas en el rostro para recibir el nuevo año o las colocan en el ‘viejo’ para quemarlo a medianoche.
La historia detrás de esta tradición aún se vive en algunos locales de máscaras, donde el legado, la innovación y la creatividad se toman el protagonismo.
Vicente Paredes, de 67 años, dueño del Palacio de la careta, recuerda cómo en tiempos pasados, cuando él llegó a Quito a sus 13 años con sueños de ser un reconocido estilista, las máscaras se vendían únicamente en las peluquerías.
“En diciembre empezaban a colgarse las caretas en los techos y las paredes de las peluquerías, listas para ser compradas por los clientes para Fin de Año”, manifiesta. “Todas eran elaboradas con cartón y, por lo general, representaban a políticos de la época o personalidades conocidas”.
Él, al ser oriundo de Pillaro, se vio cautivado por la costumbre particular que encontró en la capital, la cual, posteriormente, la adoptaría para crear su emporio. “Me contaron que era parte de la tradición disfrazarse del 28 de diciembre al 6 de enero con estas caretas”.
Hoy, su local es uno de los más reconocidos e importantes para la historia de las caretas en la urbe. Paredes ha sido el precursor de técnicas de látex y fibra de vidrio en el país, lo que ha diversificado el panorama de esta tradición.
De su autoría
Años después de su llegada a la ciudad, Paredes logró su sueño y abrió su primer salón de belleza en las calles Venezuela y Matovelle, detrás del Colegio Mejía. Allí, continuando con la tradición, cada año ofrecía caretas a sus clientes.
Él las compraba y revendía, por lo que los costos variaban cada 12 meses. “Un año la docena de caretas subió cinco sucres”, explica. Esto lo llevó a plantearse fabricar sus propias máscaras para el siguiente año.
Es así como tras meses de intento, logró sacar las primeras caretas de su autoría. El proceso, según afirma, es largo y complicado: “Se debe crear un molde en positivo con barro o yeso, cubrirlo con parafina de cera derretida o vaselina y, por último, formar la cara con el material. Después se lo deja secar, se separa y se adorna”.
Esto, sin embargo, en sus inicios presentó un inconveniente, pues, “al querer separar la careta de los moldes, se pegaba todo el engrudo que utilizaba”. Esto, debido a que el proceso final con parafina lo descubrió tras tres meses de pruebas, con la ayuda de su hermano.
El Dato
Los precios de las caretas rondan entre los tres dólares (de cartón), de 15 a 60 dólares (de látex) y de 25 a 30 dólares (de fibra de vidrio).Entonces, en 1971 nace el Palacio de la careta, con la decisión de Paredes de dedicarse de lleno a la elaboración de estos objetos. “Continuaba trabajando de peluquero, pero también elaboraba las máscaras”.
Hoy, este lugar brinda un viaje entre la historia de las máscaras, desde sus cambios en materiales hasta las técnicas de armado.
Del cartón al látex
Un día, tras 13 años de dedicarse a perfeccionar la técnica de la elaboración de caretas de cartón en su taller, uno de sus trabajadores llegó para Fin de Año con una máscara diferente a las que se veían a la ciudad.
Esta estaba hecha de un material más elástico y delgado, “se parecía al caucho”, detalla Paredes. Esto, una vez más, llamó su atención. “La careta, según me dijo él, venía de Estados Unidos”, detalla. “Si los gringos podían, por qué nosotros no. Así que empecé a intentar replicarla”, dice.
Los primeros obstáculos llegaron. Paredes no sabía dónde conseguir el material necesario y, según le habían comentado algunos profesionales que eran sus clientes de la peluquería, necesitaría algunos químicos que permitan que la máscara mantenga su forma; “lo que tampoco sabía dónde conseguir”.
Pese a esto, tras 10 años de laborar empíricamente; en los que hizo varios modelos de caretas de látex que, a veces, destacaban por su mal olor o su poca capacidad de mantener la forma, continuó en búsqueda de la fórmula ideal.
“Un día, llegó un Ingeniero Químico graduado en Estados Unidos al local a ofrecerme ayuda con una fórmula que permitiría realizar lo que había intentado por años”, explica. “Él se enteró del negocio por un reportaje de la televisión”.
Esto le permitió a Paredes renovarse y empezar a producir en masa las nuevas caretas de la época, elaboradas con látex o ‘leche vegetal’, como él la llama. Además, esto lo convirtió en el primer y único artesano que elabora máscaras de látex en la ciudad. “En esa época, habían más de 10 fabricantes de caretas de cartón en la urbe”.
El primer año, según cuenta, hizo 300 máscaras de ‘caucho’, las cuales se vendieron por completo antes de llegar al 31 de diciembre.
En este punto iniciaba una nueva etapa para la tradición. Esto, debido a que este material, contrario al cartón, permitía dar formas locas a las máscaras y hacer nuevos personajes. (ECV)
Testimonio
María Hermosa, de 62 años, añorante, recuerda cómo han cambiado las tradiciones de estas fechas con el pasar de los años. Ella, al igual que Vicente Paredes, rememora que “las peluquerías eran los únicos lugares donde uno podía comprar caretas para fin de año”. Según cuenta, una de las primeras caretas que quemó con el ‘viejo’ fue la de Velasco Ibarra.
Ahora, para ella, pese a que la costumbre ha cambiado en algunos aspectos, “se mantiene la esencia del humor pícaro de burlarte de políticos o, simplemente, ponerte un disfraz para salir por las calles a ver los ‘viejos’”.
Con distintos materiales
Tras alrededor de 47 años de funcionamiento del Palacio de la careta, Vicente Paredes, el dueño, hoy trabaja en cartón, látex y fibra de vidrio. El último es un material con el cual comenzó hace unos 10 años.
“El resultado de las caretas de fibra de vidrio es muy parecido a las de cartón; de hecho, se hacen los mismos personajes en los dos materiales”, dice. “La diferencia de cada una es que las de cartón tienen acabados más simples y apagados. Las de fibra de vidrio brillan más y son más elaboradas”.
Paredes es uno de los precursores de la historia de las caretas en la ciudad y, además, uno de los únicos artesanos que se dedica únicamente a este oficio. Señala que esto le ha permitido convertirse en uno de los más acérrimos defensores de estas tradiciones.
En la actualidad, además de caretas, en su local ofrece una variedad de productos de látex, como manos de diferentes tipos y pechos falsos para las viudas; sin dejar de lado pelucas y los monigotes tradicionales..